El proyecto de ampliación de la tradicional capilla Cristo Rey de Fisherton continúa dividiendo aguas en la comunidad. Mientras el titular del Colegio de Arquitectos de Rosario, José Florio, calificó la destrucción del templo como "aberrante e irracional", el párroco de la iglesia, Libio Gorza, hizo oír sus argumentos ante los ediles de la Comisión de Planeamiento del Concejo Municipal. El sacerdote asistió ayer a la reunión junto a un numeroso grupo de vecinos y otros religiosos que defendieron a rajatablas las reformas sobre la antigua construcción.
"Plantear la destrucción de la capilla es un hecho aberrante y casi irracional, desde todo punto de vista", disparó ayer Florio. Con los tapones de punta, el titular de la entidad profesional defendió la conservación del templo Cristo Rey "ya que es patrimonio histórico declarado por ordenanza municipal". Con el mismo tenor, aseveró: "Si se desarma la capilla, se desarma el contexto urbano de todo el barrio Fisherton".
En el Concejo
Un importante grupo de vecinos de Fisherton encabezados por los padres Libio Gorza, Osvaldo Buffarini y Tomás Santidrián se hicieron presentes ayer en la Comisión de Planeamiento para defender el proyecto de ampliación del templo, avalado por el arzobispo Eduardo Mirás. Pero también se llegaron hasta la comisión los detractores de la iniciativa, lo que generó cierto temor de que se abriera una fuerte discusión entre unos y otros.
La presidenta de la comisión, Gladys Comba, piloteó con firmeza la situación y aclaró que los únicos que tendrían la palabra serían los defensores de la nueva construcción, ya que el grupo antagónico lo había hecho con anterioridad.
El propio Gorza hizo hincapié en la necesidad de encarar la construcción, que necesita que el Concejo Municipal le otorgue excepciones al código urbano en la cantidad de metros a construir (aproximadamente 1.500), y a avanzar sobre la servidumbre del jardín.
Sin dudar, el párroco reafirmó sus palabras cuando en el año 98 se abrió la polémica, y aseveró: "Prefiero morir antes que dividir a la comunidad". Sin embargo, el cura le dio un nuevo sentido a la frase y aclaró que "desde hace años hay una división en la comunidad, que con lágrimas vivo". Se refería a la imposibilidad de celebrar los oficios religiosos en la pequeña capilla. "Muchos son los que dicen: «No puedo soportar más, no puedo seguir la misa por la ventana, parado, desde afuera o sentado en el piso»", describió, y sobre todo hizo referencia a las personas mayores.
"Esta situación se ha ido agravando año a año, hasta llegar a este presente insoportable", disparó el sacerdote, y remató: "Si no obro, si no trabajo, prefiero morirme, no puedo quedarme parado mirando cómo se divide todo a causa del local".
El titular de Cáritas, Osvaldo Buffarini, fue quien abrió la reunión en la comisión remarcando su apoyo a Gorza y a las "obras de caridad", que se realizan desde la capilla Cristo Rey. Además negó el concepto de "megasantuario" al que calificó como una deformación. "El templo se salva, no se destruye", afirmó. Ambos sacerdotes remarcaron el apoyo a la reforma que dio el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Mirás.
Luego tomaron la palabra distintos integrantes de la comunidad que desde diferentes ópticas defendieron la construcción del nuevo templo.
Una vez finalizada la visita de los vecinos, y en el calor de la salida, los concejales de Planeamiento también partieron, por lo que el expediente quedó en la misma situación, y volverá a plantearse el lunes próximo.
A favor del progreso
Mientras tanto, el presidente del Colegio de Arquitectos, José Florio, amplió los conceptos con los que argumenta su oposición a la demolición de la capilla. "Nosotros no estamos en contra del progreso. Es más, los arquitectos trabajamos y estudiamos para construir espacios urbanos, pero las obras tienen que estar en el marco del desarrollo de la cultura. Y este no es el caso", dijo tajante.
Admitió que se "sorprendió" con la iniciativa del párroco Libio Gorza de reflotar el proyecto de reestructuración del templo. "Con las polémicas suscitadas entre los vecinos pensamos que era una cuenta saldada, pero no es tan así", se asombró.
"Es un hecho casi irracional y aberrante desde todo punto de vista plantear la demolición de la capilla", insistió, y explicó: "No sólo por la capilla en sí, sino porque junto con la estación de trenes y el propio barrio constituyen un patrimonio urbano y arquitectónico absolutamente distintivo".
A su juicio, si se demuele la capilla "no sólo se destroza un testimonio arquitectónico y urbano de Fisherton, sino que se retroceden décadas de historia".