El turista que eligió a Dublin como destino en su recorrido por Europa puede disfrutar de un interesante itinerario de fin de semana. Aunque un par de días no son suficientes para contemplar todos los atractivos, vale la pena aprovechar cada minuto de la estadía en la ciudad y dejarse llevar espontáneamente por sus calles. Seguramente al finalizar el tour el visitante sentirá que tarde o temprano volverá a caminar por esta urbe encantadora.
Si el turista arriba a Dublin un viernes a la tarde debe planificar a qué sitio asistirá al caer el sol. La ciudad echa chispas por la noche. Una de las opciones es el Clarence Hotel de U2, que a menudo se convierte en un oasis de calma. También es recomendable visitar el ultramoderno bar del Morrison Hotel, donde es posible "aterrizar" en uno de sus lujosos sillones que se encuentran delante de la ventana y observar cómo se mueve la ciudad.
Sábado por la mañana
Luego de desayunar un plato de porotos con salsa, huevos fritos, salchichas y torrejas de papas, es tiempo de emprender un recorrido por las campiñas irlandesas y visitar los jardines de Powerscourt, donde está el jardín japonés en miniatura y el cementerio de mascotas. Además se puede conocer el Phoenix Park, uno de los parques ciudadanos más grandes del mundo.
Una escala obligada es la cervecería Guinness, donde se producen millones de litros por día. En su interior se exhibe una interesante exposición sobre la historia de la fábrica y también se puede degustar una medida de la exquisita bebida rubia.
Los que prefieren el whisky pueden dirigirse a la destilería Old Jameson y luego "escalar" La Chimenea, para ver desde lo alto la magnificencia de Dublin.
El itinerario continúa en el Museo Nacional, donde se puede entender y admirar la complicada y particular historia irlandesa, y luego en el Trinity College, donde pasaron por sus aulas hombres como Bram Stoker (autor de Drácula) y Samuel Beckett (premio Nobel de literatura).
Hora de merendar
O'Connell Street es la calle principal y se encuentra abarrotada de gente los sábados por la tarde. Vale la pena visitarla y caminar en ambas direcciones. Una experiencia impresionate es cruzar el río Liffey y sorprenderse con la limpieza de sus aguas o con un escenario flotante desde donde el grupo U2 deleita a menudo a los turistas.
A la hora del Irish coffe nada mejor que la famosa cafetería Bewlys, donde por pocas monedas se accede a una exquisita merienda. Por su parte, en Temple Bar se puede comer desde ostras crudas con jugo de limón hasta tortillas españolas, o bien comprar carne, verduras y quesos orgánicos a muy buen precio. Sólo está abierto los sábados y como lo más seguro es que el turista retorne con paquetes, lo mejor es hacer un alto en el hotel y prepararse para la salida nocturna.
Cerveza y música en vivo
Para seguir la tradición irlandesa se puede comenzar cenando a las 18.30 en un pub con música en vivo. Nada mejor que elegir una mesa cerca del escenario para admirar la elasticidad de los bailarines al momento de saltar.
Pata de cerdo con arroz, repollo, zanahorias y las infaltables variedades de papas son el menú recomendable. Todo sazonado con vinagreta o bien por un irish steew. Hasta que el plato llegue a la mesa se pueden degustar panecillos negros y blancos untados con manteca salada. Los que se animan pueden condimentar el bocado con pimienta negra. En ese momento es hora de comenzar a batir las palmas y bailar en el medio de la pista, al mejor estilo de un típico irlandés.
Para terminar la cena, el postre es strudel de manzanas con helado de vainilla o limón. Sin demoras hay que lanzarse a disfrutar la noche dublinesca. El bullicio, las risas y las gaitas ganan la escena y nunca es tarde para solicitar otra Guinnes, ya que es un pecado quedarse con las ganas.
Con el sol del domingo es conveniente hojear el periódico local The Irish Time y luego caminar unas cuadras para disfrutar de la tranquilidad que brindan Marrion Square o Saint Sthepen Green, donde un aroma especial brota de los lirios. A la hora de almorzar, una opción interesante es sentarse frente al mar en la bahía de Bray, bajo un sol único y una brisa cálida. Mientras se espera la partida hacia el aeropuerto, se puede disfrutar de una crema helada que hace más amena la despedida de la maravillosa Dublin.
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