Mucho tiempo antes del descubrimiento de América, en las actuales tierras de Salta vivieron pueblos que alcanzaron culturas superiores. Esa tierra regada con la sangre de tantos valientes que perseguían el sueño de la libertad, escondía en sus entrañas el oro negro y era pródiga en frutos tropicales como el banano y el café. Ese clima soleado finalmente alumbró viñedos.
Fue preciso que pasaran 76 años desde la proclamación de la Independencia para que en 1892, los hermanos David y Salvador Michel buscaran tierras propicias para afincarse y probar suerte con algo que les entibiaba el espíritu: elaborar vino.
Tenían que partir de una materia prima de calidad superior. Y cuando llegaron a Cafayate supieron que ese singular ecosistema, en la estepa subandina, era el lugar que les daría los frutos especiales.
La historia de las bodegas Michel Torino relata que al saber que estaban a más de 1.700 metros de altura, los hermanos llegaron a la conclusión que esas tierras eran la coordenada perfecta para poder elaborar vinos únicos.
Después llegaron otros bodegueros y la cultura del vino se enraizó para siempre en Salta. Allí encontraron la altura óptima para los viñedos, terrenos con las pendientes soñadas y un suelo de piedras y arena mojado por el agua que bajaba de las altas montañas.
Con la experiencia de trabajar en los primeros viñedos de altura, los viñateros pudieron asegurar que anualmente 350 días de sol maduran los racimos, y observaron la gran amplitud térmica de esa comarca, que en los días de verano se eleva a 38 grados centígrados y desciende a 12 grados durante la noche.
Cuando el vino y el turismo comenzaron a promocionarse juntos, nació en Salta la Ruta del Vino. Este circuito comienza en la ciudad capital, atraviesa los pueblos del Valle de Lerma, rodeados por cultivos de tabaco y legumbres, y culmina en Cafayate.
Pasa por Chicoana -vocablo nativo que significa "una porción de cielo escondida"- pueblo colonial con farolas de hierro, una plaza rodeada de pircas y una iglesia de 1768, la de San Pablo, que tiene valiosas pinturas cuzqueñas del siglo XVIII.
Y cuando el Valle de Lerma queda atrás y se llega al Valle Calchaquí, ya a 3.620 metros de altura, aparece el pueblo de Cachi, al pie del nevado del mismo nombre. Allí está el hotel El Molino, en el paraje Cachi Adentro, una casa colonial situada junto a un molino harinero del siglo XVII. Esta casona fue fundada por los padres mercedarios en tiempos de la conquista española y formó parte de la encomienda Hacienda de Cachi Adentro.
Pimientos rojos
En Cachi, tierra de los indios chicoanas donde los pimientos rojos se secan al sol, están los viñedos de las variedades Malbec y Merlot, de Nuny y Alberto Durand, productores de vinos artesanales.
Más adelante, en la finca Colomé -donde los viñedos maduran a 2.400 metros de altura- siempre hay un asado esperando a los turistas junto con la charla de un enólogo. En Colomé se produce la variedad Cabernet-Malbec, vino frutado de larga vida y muy buen color.
Después se llega a Molinos, una población serrana del siglo XVII. En este pueblo existe una reserva de vicuñas, las Ruinas del Churcal -una reserva arqueológica- y el Hostal Molinos, una casona que perteneció al último gobernador realista.
En Cafayate, ciudad de clima benigno rodeada de médanos de arena blanca y viñedos, se visitan las bodegas Etchart y La Rosa, y también la que elabora el vino San Pedro de Yacochuya.
En esa ciudad flanqueada por ríos, a la vez colonial y barroca, se celebran en octubre las fiestas patronales de la Virgen del Rosario, y este año la tercera edición de la Fiesta del Torrontés, organizada por la bodega La Banda.
La Ruta del Vino regresa a la ciudad de Salta por la Quebrada de Cafayate, donde la milenaria erosión del viento y el agua cincelaron curiosas formaciones pétreas. En el Parador de las Cabras aguarda a los viajeros la última degustación de vinos y quesos.