| | Condenan a explotadores de prostitutas
| El dueño de un cabaret de la localidad bonaerense de Los Polvorines y dos de sus empleados fueron condenados ayer a penas de entre tres y siete años de prisión por privar de la libertad a mujeres, a las que en su mayoría traían engañadas desde Paraguay para trabajar como prostitutas. La sentencia fue dictada ayer por el Tribunal Oral en lo Criminal Nº5 de San Martín, que condenó a siete años de prisión al dueño del cabaret Silver, Fabián Belinzona, de 35 años, por privación ilegal de la libertad, corrupción de menores y tenencia de armas de guerra. Belinzona tenía dos cómplices que participaban en el negocio, Eduardo Funes, de 34 años, y Miguel Angel Hajjar, de 50, quienes fueron condenados por ser partícipes necesarios a la pena de cuatro años y siete meses, y tres años, respectivamente. Los tres hombres condenados ayer fueron detenidos en marzo de 1990 en el cabaret Silver, ubicado en la ruta 197 y Colpayo, de Los Polvorines, partido de Malvinas Argentinas, acusados de mantener en cautiverio a 15 mujeres y a siete niñas, argentinas y paraguayas, a quienes obligaban a ejercer la prostitución. La investigación comenzó a raíz de una denuncia anónima de una mujer misionera, que dijo que su hija estaba siendo retenida contra su voluntad en un cabaret. El entonces fiscal en turno, Fernando Domínguez, pidió un allanamiento. La policía no encontró a la hija de la denunciante, pero sí su documento de identidad, que estaba guardado en una caja fuerte junto al de las demás mujeres. Los sentenciados obligaban a las mujeres a trabajar como prostitutas para poder pagar la deuda, aunque las volvían a engañar porque en todo momento les cobraban hospedaje y comida, por lo que nunca iban a poder pagar la deuda. El cabaret estaba ubicado en la ruta 197 y Colpayo, partido de Malvinas Argentinas, y cuando fue allanado se descubrió a unas 22 mujeres, 18 de las cuales eran misioneras y paraguayas, y siete chicas menores de edad. Los detectives comprobaron que las mujeres estaban alojadas bajo llave en nueve habitaciones del cabaret, donde mantenían relaciones sexuales con los ocasionales clientes. El dueño y el encargado entregaban a las mujeres comida diaria y atuendo, también las sometían a continuos maltratos verbales y físicos. "No tenían ni voz ni voto. Las golpeaban y las hacían dormir en la misma habitación donde trabajaban, bajo llave.
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