| | Editorial Paradojas del deporte
| El deporte nacional parece ser un compendio de viejas contradicciones y raras paradojas de los argentinos. Mientras en todo el territorio, desde las pequeñas federaciones hasta las entidades madre de cada una de las disciplinas, se clama día a día por alguna ayuda financiera que permita sobrevivir a la crisis, en el plano internacional, algunos de nuestros equipos han comenzado a alcanzar logros de enorme repercusión, como el caso del hockey femenino y masculino, el básquet, el seleccionado juvenil y mayor de fútbol y el voleibol. Cualquier observador extranjero, con cierta lógica, podría sostener que los éxitos son consecuencias de una correcta política deportiva interna que culmina con esos objetivos. Pero caería en una seria equivocación. Estos triunfos que han provocado gran alegría en los últimos días obedecen en mayor medida a la capacidad que han tenido los entrenadores para conformar un buen equipo técnico y luego saber elegir a sus jugadores, quienes por otra parte se prodigaron de un modo increíble. También responde a que lograron establecer un criterio de juego y defenderlo en el tiempo, frente a las críticas adversas. Criterio que finalmente fue comprendido y respetado. Y además, en el caso del fútbol mayor y del básquet, a que algunos jugadores poseen un alto nivel por competir en las grandes ligas europeas y estadounidense. Se trata de experiencias de trabajo en equipo, con grandes convicciones y excelente actitud profesional por parte de cada uno de los componentes. Pero que son sólo compartimentos aislados y no el resultado de una cultura de trabajo en el país. Y sin embargo, este criterio de selección y rigor, de claras ideas y de fuertes objetivos, tan elemental como esencial en cualquier aspecto de la vida, debería servir de ejemplo para los principales responsables del deporte argentino. Aquellos que sentados detrás de un sillón sólo atinan a buscar argumentos para justificar la escasez de recursos o la falta de asistencia, cuando se los requiere, postergando la posibilidad a miles de jóvenes o bien dejando que los clubes terminen reducidos a mínimas expresiones. Cuando, en verdad, deberían demostrar desde su lugar qué capacitados se hallan para ocupar el cargo y de emulación a estos referentes exitosos. Tal vez, cuando esos lugares de alta decisión estén ocupados por el concurso de los más notables es posible que el país comience a superar las grandes contradicciones y resulte menos paródico, para convertirse en una suma de posibilidades. Y no sólo en lo deportivo.
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