Conocidos los acuerdos internacionales que se llevaron adelante, los mercados atemperaron su caída, las reservas se estabilizaron en torno de los 15.500 millones de dólares y comenzaron a recuperarse depósitos, al compás de una baja en la tasa de interés pasiva.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional dio una inyección de confianza, pero nada más que eso, ahora hay que cumplir con el déficit cero.
Ese acuerdo se sustenta en tres partes: un desembolso de fondos por cinco mil millones para apuntar las reservas del sistema financiero; tres mil millones de dólares que se utilizarán para reestructurar deuda y la posibilidad de un acuerdo con Estados Unidos, pero todo esto esta condicionado por el déficit cero.
Los cinco mil millones de dólares que van a desembolsar en los primeros días de septiembre nunca llegarán, quedarán depositados en el exterior como reservas que vienen a apuntar a la convertibilidad y al sistema financiero. De ningún modo estos fondos podrán utilizarse para enfrentar pagos de la deuda externa argentina.
La reestructuración de deuda es posible pero no nos cambiará la vida. La operación sería la siguiente: nos prestarían 3.000 millones de dólares, a usarse como garantía de un bono para conseguir 15.000 millones de dólares a una tasa baja, (dado el respaldo que este bono tendría del Banco Mundial) y podría ser adquirido por organismos financieros internacionales a tasa muy baja.
Con el producido de esta operación, de unos 15.000 millones de dólares, se saldría a comprar voluntariamente deuda en el mercado secundario a una paridad inferior al 100%.
Como se recomprará deuda por debajo del precio de paridad, dependerá del precio al cual se efectivice la operación para saber a ciencia cierta el ahorro que se generará al sacar deuda del mercado. No es lo mismo recomprar deuda de largo plazo (con paridad más baja), que la de corto plazo que tiene un valor más alto. Sin embargo si se compra deuda de corto plazo el fisco tendrá un mayor desahogo financiero que con la de largo plazo. Sin embargo, el monto en que se reducirá la deuda es mucho menor. De este modo se busca mejorar la relación deuda/PBI y deuda/exportaciones.
Es una idea muy ingeniosa y positiva. Ayudará a una revaluación de los bonos, bajará el riesgo país y mejorarán algunos indicadores de la Argentina, pero no nos cambiará la vida. Con mucha suerte, con esta operatoria nos endeudaremos a una tasa que será en promedio un 5 por ciento inferior a la actual, y posiblemente la deuda disminuya entre 5.000 y 7.500 millones de dólares, dependiendo del título que compremos. En total debemos 93.000 millones de dólares en bonos, y 128.000 millones en todo concepto, por ende el descenso podría ser superior al 5% en lo que hace al stock de bonos, y más del 3% sobre la deuda total.
En lo que respecta al acuerdo comercial con Estados Unidos pasará mucho, pero mucho tiempo hasta que esto se materialice e impacte positivamente sobre la economía doméstica. Para dar estos pasos habrá que arribar al déficit cero, y esto es muy difícil. Para conseguirlo se barajan varias alternativas: desde esta columna hace meses se dijo que resulta imposible llegar al déficit cero si no se disminuyen las transferencias a provincias.
La movida que viene
El ajuste de los salarios del sector público, jubilaciones y pensiones pasará del 13% al 25% o 30% en el cuarto trimestre del año, y la coparticipación a las provincias deberá disminuir en 1.400 millones de pesos; es el equivalente a un mes de coparticipación. Todo esto llevará a un escenario de alta conflictividad política y social pero es el único camino para llegar al déficit cero y ponerse en carrera para dejar atrás la crisis en el segundo semestre del 2002.
Una alternativa que se contempla en el ámbito de las provincias es aceptar una reducción de coparticipación y comenzar a emitir bonos para reemplazar los ingresos que no llegan de la Nación.
De esta forma cada provincia emitirá un bono que tendrá la forma de un billete y circulará como medio de pago. Estos bonos serían aceptados por los bancos, que lo utilizarán para pagar impuestos o lo canjearán por pesos con el Banco Central República Argentina (BCRA).
Así se tendrá como moneda oficial el peso, canjeable por un dólar, y un sinnúmero de monedas provinciales que no tendrán respaldo alguno.
Este escenario luce probable, si es que se recortan los fondos que reciben las provincias en concepto de coparticipación, dada la difícil situación económica que atraviesan algunas provincias.
Por el momento, en el caso de Santa Fe, este escenario luce poco probable dado que hay margen para ajustar las cuentas del Estado y sería muy saludable que esto aconteciera, ya que nos ayudaría a diferenciarnos respecto al resto de las provincias que podrían emitir una unidad monetaria paralela al peso bajo el seudónimo de bono, como ya es el caso del patacón.
En este escenario la economía real afrontará 180 días muy difícil bajo el signo del ajuste permanente. Por el lado financiero, en la medida en que el ajuste se cumpla, observaremos un paulatino descenso del riesgo país, pero cuidado, que a los gobernadores no se les vaya la mano emitiendo moneda, de lo contrario, será peor el remedio que la enfermedad.