| | Salta rinde culto al Señor de los Milagros
| Elsa Villa
Después de recorrer varios kilómetros entre valles y quebradas es posible llegar a la ciudad de Salta, donde aún hoy podemos escuchar a su gente con un hablar melodioso, calmoso y generoso; con sus costumbres tan pueblerinas; donde se mezcla lo moderno y colonial de sus construcciones; sus veredas con naranjos y sus plazas y monumentos donde nunca faltan unas buenas empanadas y guitarreadas a la sombra de un árbol o en las cacharpayas. Tierra de conquistadores, de luchas patriotas que no pudieron borrar las costumbres, donde se hace honor la Pachamama y donde los cerros y valles son los protagonistas. Caminando por sus calles se llega a la plaza principal donde se yerguen majestuosos árboles. En el centro, una escultura con ninfas que representan a las diferentes provincias y la pérgola donde hace ya tiempo se reunían para las grandes celebraciones. Todas las construcciones mantienen sus recovas y estilos arquitectónicos. La Catedral, majestuosa, encierra el sentimiento religioso de este pueblo por una imagen santa -el Señor del Milagro- que fuera enviado de España por Fray Francisco de Victoria, y que en momentos en que la tierra se sacudió con grandes terremotos, los pobladores sacaban en procesión para que los temblores cesaran. Es tanta la fe del pueblo que todos los años, el 15 de setiembre, realizan la gran procesión para rendirle homenaje al santo y las calles se llenan de creyentes que no paran de rezar. "Si algún día llegas a esta tierra no te olvides del Señor del Milagro. Y cuando ya te alejes y estos lugares dejes, sabrás por mirada que el último adiós brinda, porque Salta se llama La Linda", dice uno de los párrafos de la poesía de Emilio Viñals.
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