Alejandro Cachari
De cómo torcer el rumbo de un desarrollo adverso y transformarlo en dominio avasallante. De cómo acomodar las piezas para corregir los errores tácticos. De cómo dejar de tener un pack de forwards dominado a presionar y ganar en todos los sectores de la cancha. De cómo entender que ante la envergadura física del rival se debe jugar rápido con las manos, o utilizar el pie antes que ir al choque. De cómo demostrar que en el rugby la actitud es decisiva; casi más importante que los nombres de los protagonistas. Atlético del Rosario, o más bien el otro yo de Plaza, apareció en el segundo tiempo y arrasó con el encumbrado Los Tilos con un parcial de 22 a 0 que le permitió ganar su partido por 32 a 18 después que al final de la primera parte quedara la amarga sensación de que sería muy difícil cambiar la historia y quebrar a un sólido equipo platense que había sacado apenas 8 puntos de ventaja. Una diferencia muy amarreta si se toman en cuenta las posibilidades que tuvieron uno y otro. El pack auriverde sometió a Plaza en el primer tiempo, sobre todo entre los 20' y los 30', lapso en el que el tercera línea Marcos Menta debió mirar el partido desde afuera por una amarilla. Allí los platenses dilapidaron la chance de sentenciar el resultado. Es más, en un descuido Bartolucci apoyó casi abajo de los palos y Torno cumplió con su parte para que el resultado quedara abierto a pesar del penal de Vaio a los 40' que mandó a los dos al descanso con una ventaja de 18 a 10 para Los Tilos; exigua porque enfrente hubo un rival debilitado, pero con recursos para dar vuelta el juego. Quizás el peor pecado de Los Tilos haya sido no tomar nota que enfrente tenía al último campeón de la Urba. No es un dato menor. Y quedó expresado en los últimos 40 minutos. A los 10' de la parte final Plaza ya estaba al frente merced a un try de Federico Castagna convertido por Torno y a un penal del full back, una de las grandes figuras de Atlético que sumó con el pie todo lo que tuvo a su disposición a pesar de la poca factibilidad de éxito de algunos envíos. Después llegó una imponente corrida de Octavio Bartolucci para poner el resultado muy lejos del alcance de Los Tilos, que más que la diferencia en contra, ya sentía el efecto desestabilizador que le generaba ver renacer el espíritu del último campeón. Fue una cuestión de actitud, simplemente eso. Nada más, ni nada menos. Casi todo. Es cierto que mejoraron los forwards, que los backs tuvieron más juego, que Macat utilizó mejor el pie, que Alonso cometió pocos errores en la distribución, pero el triunfo de Plaza debe explicarse analizando la cabeza, la fortaleza o endeblez anímica de un equipo que sintió el impacto de perder ante Hindú por poco la semana pasada y que sufre el efecto miorrelajante que le provoca ser el campeón. Lo que sucede es que a veces se despierta. Y entonces...
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