"Mamá, llevame a la plaza". La invitación bien puede ser una condena. Al menos, si se hace fuera del centro de la ciudad. Es que, lejos de los bulevares, los espacios verdes tienen una característica común: la falta de mantenimiento. La Capital recorrió esta semana unas veinte plazas de la ciudad y escuchó un rosario de quejas. Hamacas rotas, subibajas desvencijados, areneros raquíticos y abundante suciedad son algunas de las sombras que puede tener el paseo.
En Rosario viven 273.939 chicos menores de 14 años. Sólo el 21 por ciento de ellos habita el centro de la ciudad, zona que no sólo se destaca por disponer de más cantidad de espacios verdes, sino también por conservarlos en mejores condiciones. Para muestra basta un botón.
Faltan unas horas para el mediodía y en la plaza Bélgica (Colón y Zeballos) juega una decena de chicos. Desde los bancos, sus padres los miran. "Costó, pero por fin tenemos una plaza como merecemos", dice Martha mientras hamaca a su hijo de tres años. Y tiene razón. Los juegos están impecables, el arenero se ve limpio y está rodeado de un cerco perimetral que les brinda más seguridad.
La misma imagen se refleja en el parque Urquiza, el España, el de las Colectividades, la plaza Sarmiento (Corrientes y San Juan), la Pringles (Presidente Roca y Córdoba), o la Libertad (Ituzaingo y Sarmiento). Pero en los barrios la situación es distinta.
Incluso el parque Independencia tiene su patio de atrás. En la plazoleta que se encuentra enfrente al club Gimnasia y Esgrima, de las seis hamacas que existen, una está rota, y los subibajas están totalmente flojos. "Cuidado, a ver si te caés", le dice Javier a su hijo cuando lo ve que se acerca a estos juegos. Una advertencia similar escucharán los chicos que se dirijan a la plaza que se encuentra detrás de la Dirección Municipal de Tránsito. Allí, los subibajas perdieron sus manijas hace tiempo y los trapecios y escaleritas de hierro están totalmente oxidados.
Un peligro para los pibes
"Los juegos rotos no son sólo una cuestión de estética, sino que representan un peligro para los pibes", se quejó el abuelo de Carmen, mientras la nena buscaba alguna hamaca libre en la plaza Las Heras (avenida del Rosario y Buenos Aires). No era para menos, de las doce hamacas que hay en el lugar sólo ocho estaban enteras.
Para Sergio, el papá de dos chicos que juegan habitualmente en la O'Higgins (avenida del Rosario y Castro Barros), encontrar las hamacas rotas "ya es algo normal". La mitad de los columpios de este paseo tienen sus cadenas cortadas. El mes pasado la situación fue peor. "Se habían robado todos los asientos", recordó Aníbal, el calesitero de la O'Higgins.
Para completar el panorama, una alfombra de bolsitas de plástico, cajas y papeles de golosinas se esparcían sobre todo el arenero. "No hay cultura de mantener los espacios públicos", se quejó Aníbal. Crítica que se repitió en la plaza 24 de setiembre (Laprida al 3700).
En cambio, la plaza Eva Duarte de Perón (Ayolas y Colón) estaba en orden. A sólo dos cuadras, la Rafael Villafañe (Ayacucho y Gaboto) volvía a mostrar hamacas rotas, cestos de basura inexistentes y areneros escuálidos.
En todos estos paseos, la necesidad de pintura y mantenimiento de los juegos es imperiosa. Pero sin dudas, en la plaza Güemes (San Martín y Rueda) estos trabajos se piden a gritos. "El problema es que a la tardecita rompen las hamacas para usar los caños de arcos de fútbol. Y después pueden pasar meses hasta que los reparen", explicó Natalia, mientras empujaba a su hija en el único columpio entero de una fila de seis.
Pero la falta de mantenimiento no es prioridad de los espacios públicos de la zona sur. La plaza Juan Bautista Alberdi tiene una ubicación privilegiada: situada sobre la avenida Alberdi y enfrentada al Centro Municipal de Distrito Villa Hortensia, no puede pasar desapercibida. Sin embargo, su equipamiento también parece olvidado: hay hamacas rotas, subibajas flojos y sin manijas, los bancos y las mesas están flojos y torcidos.
En la plaza Gálvez (J.C. Paz y Gurruchaga) los trapecios y escalinatas están todos oxidados y también hay hamacas rotas. "Los vecinos tratamos de cuidar las cosas -señaló Josefa, mientras miraba corretear a sus dos nietos- pero los juegos se rompen y pueden pasar meses antes que los arreglen. En fin, es una lástima, porque las plazas son los únicos lugares donde los pibes todavía pueden jugar sin que les cobren entrada", concluyó la mujer.