Una anciana de 82 años, de buen pasar económico, según descubrió luego la policía, que simulaba ser indigente para mendigar por esta ciudad, fue detenida tras balear y herir a un hombre que le sacó unas monedas.
La mujer en la tarde de anteayer se entregó espontáneamente ante el comisario Carlos Roberto Roncatti, titular de la comisaría Nº17, y le entregó el arma usada un revolver calibre 32 largo.
El miércoles pasado, en horas de la noche, una pareja de indigentes discutió cerca de Santa Fe y Cerrito, del centro de la Capital Federal, aparentemente porque el hombre -de 36 años y nacionalidad chilenas- le sacó algunas de las monedas obtenidas en su peregrinar por la ciudad.
La disputa finalizó cuando la mujer extrajo de entre sus ropas un revolver y disparó dos tiros, uno que apuntó a la cabeza y otro que le impacto en una pierna. El hombre herido se escapó del lugar, pero poco después fue interceptado y trasladado por una ambulancia del Same al hospital Ramos Mejía donde fue intervenido quirúrgicamente y permanece internado.
Se entregó voluntariamente
En la tarde de anteayer la anciana se presentó espontáneamente ante el comisario Roncotti y tras entregarle el arma usada se entregó.
Los investigadores establecieron que la mujer no era indigente, y que habitaba en el departamento 8, del segundo piso de un edificio ubicado en Maure al 1600, en una selecta zona del barrio porteño de Colegiales.
De las investigaciones posteriores surgió que la mujer simulaba ser indigente, para lo cual se vestía con ropas andrajosas y sucias, y salía a recorrer las calles de la ciudad, especialmente los alrededores del micro y macro centro de la ciudad de Buenos Aires.
La mujer, de andar cansino, recorría la ciudad con una lata en su mano en las que colocaba las monedas que gentiles transeúntes -apiadados de la pobre mujer- les acercaban. Según indicaron los investigadores, la anciana en su diario peregrinar obtenía entre 80 y 100 pesos diarios.
Finalmente la anciana quedó detenida en la comisaría Nº17, del barrio de Recoleta, a disposición del juez de instrucción Alberto Seijas que lleva adelante una causa por "tentativa de homicidio, abuso de arma de fuego y lesiones".
El insólito suceso sirvió para que algunos recordarán una vieja película argentina, "Que Dios se lo pague", en la cual aparecía un hombre de gran poderío económico que había obtenido su fortuna pidiendo limosna en la puerta de una iglesia.
Estrategia para sobrevivir
El caso fue considerado como "un hecho aislado" y motivo de una pericia psiquiátrica por la directora del programa Buenos Aires Presente (BAP) del gobierno porteño.
"Es un caso muy especial, no podemos generalizar. Se trata de una situación de simulación y habría que ver qué dictamina una pericia psiquiátrica", dijo Patricia Malanca, directora del BAP, que depende de la Secretaría de Promoción de la Ciudad y asiste a las personas que se encuentran en situación de riesgo en la vía pública.
Para la especialista, "la mendicidad es una estrategia de supervivencia: las personas tienen mecanismos de defensa y la pulsión de vida se basa en la supervivencia y si esto arranca en una necesidad física es otra la ideología del problema" \No obstante, Malanca reconoció que "los vecinos que llaman al BAP hablan de personas que se ven en situaciones distintas un día u otro".
"En la calle, las diversas problemáticas a las que se tiene acceso revelan una intencionalidad diversificada respecto al ejercicio de la mendicidad", explicó Malanca.
Así, entre las principales modalidades adoptadas por los que piden en la calle, los especialistas del BAP relevaron -en un reciente trabajo de investigación- cuatro estrategias características: la venta ambulante de productos discontinuos (flores, diarios, artículos varios), la oferta de un servicio callejero (cuidado de vehículos, lavado de parabrisas, abrir puertas de taxis), el cirujeo, el mangueo o, simplemente estirar la mano.
Según el BAP, el mangueo es la "búsqueda del recurso o dádiva a través de relatos que narran la inmediatez de la carencia (no me alcanza para el colectivo, me robaron la cartera, es para comprar leche para mis hijos)".
En cambio, en la modalidad de estirar la mano, el contrato propuesto ofrece "como producto a la persona como objeto mismo de su situación: la posición es absolutamente pasiva y la oferta es dé por lo que ve.
"Cada una de las modalidades planteadas no son mas que estrategias de supervivencia que de acuerdo al grupo que las practique obedece en mayor o menor grado a la cobertura de necesidades básicas insatisfechas", sostuvieron los expertos.