Muchas veces desde esta columna de La Capital se insistió en la necesidad de que hubiera mercados lo más transparentes posible. Se destacaron los antecedentes de lo ocurrido con distintos productos (cerdos. ovinos) en los que justamente, la ausencia de precios "ciertos" fue uno de los factores determinantes de la caída de producción hasta de la "desaparición" de varios de estos rubros productivos.
También se trató de alertar sobre la necesidad de sincerar la situación e intentar, aunque sea parcialmente, dejar un poco de lado los intereses particulares y/o cortoplacistas, en función de un objetivo de más aliento, con alguna orientación de bien más general.
Todo esto viene a cuento de algunos movimientos que vuelven a registrarse alrededor del girasol, tendientes a generar un "índice" que refleje en el Mercado a Término una situación más real de precios en este producto.
¿Por qué? Aunque se usen muchos argumentos, el sustento de fondo parece ser la abrupta caída productiva que registra la oleaginosa y que no puede sorprender porque ya fue suficientemente alertada. Si se "tensa demasiado el hilo, termina cortándose". Dicho de otra forma, si se abusa demasiado de los productores recortándoles sistemáticamente los precios de su producción los agricultores, lógicamente, terminan inclinándose por otras alternativas un poco más rentables, o al menos, con menores quebrantos.
Este esquema de pérdidas "forzadas" que exceden los riesgos climáticos y del mercado internacional. Se remonta a décadas atrás y habría sido el determinante de que, mientras la soja mostraba un crecimiento permanente desde que comenzó más o menos sistemáticamente su producción, allá por la década del •40, y ahora ya supera los 25 millones de toneladas anuales, el girasol que lideraba al principio, se estancara y en los últimos años registrara una significativa caída que lleva a que, en la actualidad, su volumen anual apenas "araña" una quinta parte de la de su compañera de fórmula entre las oleaginosas, y con tendencia a seguir bajando, independientemente de ciertas subas relativas que pudiera registrar.
Capacidad ociosa
Pero en medio de todo esto ocurrieron otras cosas. Entre ellas, que varias industrias, con algo de capitales locales pero con mucho más del exterior, realizaron millonarias inversiones, tanto en puertos como en plantas aceiteras y hoy se encuentran con que, al menos con el girasol, les está comenzando a faltar materia prima para la capacidad instalada que tienen.
Naturalmente, más de uno podrá decir que fueron los mismos industriales los que provocaron esta situación, abusando con poca visión, de su posición dominante en el mercado lo que les permitió "fijar" los precios que más les convenían, aunque esto perjudicara a los productores. Esto es cierto.
Pero no es menos real que, por un lado, no se puede culpar a las empresas de aprovechar las debilidades de un sistema probadamente imperfecto y, por otro, también las propias entidades del campo, salvo alguna honrosa excepción, parecieron ser bastante indiferentes al asunto, aunque sus representados estuvieran "perdiendo" 25 o 30 dólares por tonelada, como a mediados de 1998 cuando la Secretaría de Agricultura terminó interviniendo las pizarras de Buenos Aires por esta cuestión casi sin apoyo de alguna de ellas.
En definitiva, parece haber culpas o responsabilidades concurrentes. Ahora nuevamente un grupo de "bienintencionados" intenta encontrar una fórmula que mejore en algo la situación y aparece este proyecto de "índice" para el mercado a Término, aunque no sería el único producto que necesita un "ajuste" para hacer más transparente y real el mercado.
Nada se descarta y hasta es probable que se pueda registrar cierta mejora. Sin embargo, casi se puede asegurar que es imposible que con esto se solucione el tema de fondo. Haría falta un sinceramiento real, la coordinación de las distintas plazas (hay que recordar que según productos y épocas existen Rosario, Buenos Aires, Bahía Blanca, Quequén y, de vez en cuando, hasta Córdoba) y aparecen variantes de operatoria y exigencias en ciertos casos.
Hasta ahora, todo lo ocurrido tendió a mejorar cosméticamente el sistema, pero hubo casi una oposición sistemática a su mejora real. ¿Hay razones para esperar que ahora sea distinto cuando hasta se está trabajando en un sistema que transferiría a los productores, a partir de la próxima cosecha, el tema de las devoluciones del IVA para que la exportación se saque así de encima el asunto?
Y este caso, es apenas un ejemplo de lo que ocurre en el sector, las limitantes que hay, los sobrecostos y perjuicios que enfrenta, etcétera y que son casi tan dañinos como los subsidios internacionales que tanto perjudican la colocación de productos argentinos en el exterior.
La diferencia es que sobre estos últimos no es demasiado lo que se puede hacer (más allá de seguir reclamándolos), mientras que el resto es resorte interno exclusivo.