Año CXXXIV
 Nº 49.216
Rosario,
miércoles  22 de
agosto de 2001
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Argentino venció a Sarmiento con un gol agónico

Rodolfo Parody

Entrega versus oficio. Necesidad versus ambición. Facetas de dos equipos con realidades diferentes. Argentino y Sarmiento. Protagonistas ayer en el José Martín Olaeta de un encuentro entretenido, con acciones cambiantes y situaciones de riesgo por doquier. Y con dos prioridades básicas. La de los rosarinos, evitar la pérdida de la categoría. La de los juninenses, ascender cómo sea luego de perder inexplicablemente esa chance la temporada pasada. Frente a estas necesidades contrapuestas, los de barrio Sarmiento sacaron adelante un partido por demás complicado y establecieron la supremacía en el marcador, cuando en el tercer minuto de descuento Adrián Giuliani se elevó y puso el cabezazo goleador. El que le dio otro triunfo trascendente, como ocurriera pocos días atrás con el líder Talleres. Para alimentar el ego y sumar mayor confianza.
Otra hubiera sido la historia si Sarmiento no hubiese desperdiciado las ocasiones que se le presentaron. En esa serie de desaciertos, y por qué no de mala fortuna, el que se llevó la peor parte fue Pablo Caballero, que estrelló dos tiros en el travesaño. Otros remates de Nigro, desde afuera del área, y de Pérez, desde el punto del penal, completaron la mala puntería de la visita.
Sarmiento se hizo fuerte en el medio con el criterioso manejo de Darío Pérez y Lo Bianco, la experiencia de Nigro para desplazarse por cualquier sector ofensivo, y el acompañamiento del rosarino Pablo Caballero.
La franja central era un territorio inhóspito para Argentino, que deambulaba sin hacer pie y no encontraba el modo de apropiarse de esa zona. Sin el control de la pelota, el salaíto no conseguía progresar con peligro. Las pocas chances se presentaban cuando Vanadía ponía el balón contra su pie e intentaba hacer pesar su gambeta. Al principio lo tuvo a mal traer a Olavarriaga, pero luego su juego se fue diluyendo.
La actitud de Argentino cambió en el segundo tiempo. Asumió el rol de patrón de estancia. Desperdigó energía por el terreno, y su sacrificio se impuso al mejor juego de su rival. Tuvo a su jugador más incisivo en Ojeda, quien tuvo a maltraer a sus defensores. Y con algunos centros resaltó la endeblez de la última línea de Sarmiento.
Pero no le alcanzaba para la victoria. Hasta que apareció Giuliani, aprovechando el estatismo del arquero De Giulio y de los defensores, para desatar la locura. Y para demostrar que la cabeza no sólo sirve para pensar. También sirve para ganar.



Los salaítos lograron un triunfo fundamental.
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