| | cartas Desastre hospitalario
| No se alcanza a expresar plenamente la sensación de impotencia, desamparo, inseguridad y hasta miedo que se siente al recurrir a la sala de guardias del hospital del Centenario. Para ser más exacta, el pasado 2 de agosto presentaba un cuadro febril con problemas respiratorios y necesitaba de la atención médica. Era el mediodía cuando arribé a la guardia. Allí me anotaron en la planilla y durante dos horas estuve sentada y esperando en vano. Había mucha gente, y algunos sufrieron desmayos, por lo que golpeamos las puertas para pedir ayuda. Por supuesto una enfermera abrió enojada por los golpes y le explicamos lo que sucedía. En otra oportunidad hubo otro desmayo y nos mandaron al comisario de turno para ver qué estábamos haciendo y por qué volvimos a golpear la puerta. Lo peor es que la enfermera se dirigió a mí y me dijo que después iba a hablar conmigo por las dos veces que yo golpeé la puerta. Cosa inaudita. El resultado de todo esto es que estuve siete horas para que me atendieran, con mi cuadro febril, sin poder usar los sanitarios ya que los mismos estaban en un estado deplorable. Ya cansada y sin posibilidades de ser atendida, me levanté y me fui. Ahora pregunto: ¿cuál es el motivo de que un ciudadano no pueda ser atendido como se merece? ¿Si estamos en un lugar de atención de la salud, por qué brillan por su ausencia la higiene, la educación y la solidaridad? María Angélica Fernández
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