La situación económica que enfrenta el país es compleja por no decir crítica. La actividad general disminuyó sustancialmente su ritmo y como causa o como consecuencia, también el consumo interno viene cayendo en porcentajes variables según los rubros. Hay recesión y nada indica que pueda haber un cambio sustancial en el corto y mediano plazo. Por el contrario, los especialistas consideran que pasará bastante tiempo(dos o tres años, opinan) para que la tendencia se revierta, lógicamente, siempre y cuando se aceite con la política económica que se aplique.
Pero el país requiere de recursos con urgencia, por un lado, para hacer frente a sus obligaciones de pago y por otro, para contar con fondos para asignar al despegue distintas actividades.
De ahí que hoy por hoy, prácticamente la única fuente de recursos genuinos haya quedado nuevamente casi circunscripta a las exportaciones, pues los capitales externos se replegaron (y hasta los locales están saliendo, la economía interna está imposibilitada de generar recursos para acumular, o sea, ahorrar, y la única entrada adicional son los préstamos que, por otro lado, incrementan la deuda externa, aunque su costado más negativo es que no están siendo destinados a apuntar o aumentar la producción sino básicamente a "tapar agujeros".
Situación compleja
En este contexto, la situación del campo es particularmente compleja pues la caída del consumo interno ya está golpeando a varios rubros con distinta magnitud. En otros casos, con demandas locales tradicionalmente restringidas (por ejemplo, aceite de soja), las complicaciones viene por la falta de rentabilidad real, producto de los altos costos internos, las demoras en la devolución del IVA, restricciones operativas por normativas inadecuadas, etcétera.
Así las cosas, las opciones de la producción agropecuaria se van concentrando fuertemente en los consumidores del exterior como una de las chances, dólares mediante, de sostenerse en esta instancia.
Es decir, que el país necesita de las divisas del campo como nunca, y el propio campo necesita exportar ya que la demanda interna está disminuyendo y no se sabe cuanto tiempo durará esta tendencia.
Lamentablemente, no alcanza con el diagnóstico y la decisión o voluntad. También hay que poder concretarlo y ahí surgen una serie de inconvenientes sobre los cuales, los productores y exportadores no tienen poder de modificación.
Los atrasos en la devolución del IVA, el factor empalme ahora sensiblemente "achicado" por la revaluación del Euro frente al dólar , ciertos desajuste en la fijación de reintegros y especialmente, el sustancial recorte o eliminación delas prefinanciaciones aplicado por la banca internacional ante el incremento del riesgo-país, son solo algunos de los inconvenientes que se afrontan y que limitan la capacidad exportadora o, al menos, los precios a los que se pueden realizar las operaciones.
Algunos también del "alto" valor del dólar local como una de las restricciones más fuertes y apuestan a una "salida de la convertibilidad", es decir, una devaluación, para volver más competitivos los productos locales.
Sin embargo, no es esa la posición el gobierno nacional(ni la de muchos especialistas) y, en todo caso, hay una cantidad de elementos internos que se pueden corregir para abaratar costos antes de llegar a esa instancia.
Y este es justamente el punto hacia el que hay que apuntar y presionar a las autoridades. Si el objetivo es claro, es imperioso corregir y aceitar una serie de instrumentos, no solo de alcance nacional, sino también provinciales, que forman parte del famoso "costo argentino" (impuestos, sellos, tasas, precios de servicios, etcétera), que están impidiendo colocar más productos argentinos en el exterior que, como se sabe, ya tienen que competir en condiciones desiguales con los subsidios europeos y estadounidenses, entre otros.