Ya en el exterior del museo, un Volkswagen intervenido por Claudia del Río con chapas cortadas de latas de Coca Cola anticipa el sentido de la muestra. En el interior, la apertura está planteada por dos trabajos singulares, de un lado aparece la lección de creatividad de Hernán Marina, que reproduce una imagen sacada de un manual norteamericano, y del otro una sucesión de carteles que comienzan con "Maldita Amalita" para continuar con la serie de maldiciones, en el mismo formato, al Fondo Nacional de las Artes, la Fundación Antorchas y los espectadores, y que termina con un "Maldito Schwarz", del artista a sí mismo. Este cierre ratifica la sospecha de un principio: en realidad no es más que una declaración de amor a algunos de los que hacen algo por el arte. En la diversidad de propuestas, Nicola Costantino presenta en un círculo estético de réplicas de caballos nonatos y Juan Mathé plantea con una videoinstalación un curioso salto al vacío tan poético como sorprendente. Hay sólo dos pinturas: de Daniel García y de Margarita García Faure, un nido de mariposas, que hizo Marcelo Michieli en los altos de una sala, y varias obras efímeras, como el dibujo hecho en lápiz por Ernesto Ballesteros y los ploteados pegados sobre la pared de Pablo Siquier. Los vacíos en las obras, abiertos por otro rosarino que hizo historia -Lucio Fontana- reaparecen en las diapositivas proyectadas de Carlos Herrera y las perforaciones de Marcelo Villegas. Otras concepciones, tan estéticas como poéticas, se conjugan también en la muestra. Un ejemplo son los hombres tejidos con cuentas de acrílico por Román Vitali, que admiten dos lecturas: el plano de color y la reconstrucción de la forma humana, y otro salto, esta vez por amor o deseo, que aparece escrito en una serie de discos superpuestos de Marta Ares. Mientras que Leo Battistelli propone con "Creciente" una obra de cerámica que se ampliará en función de los recorridos que sigue haciendo por el Paraná. Muchos trabajos tienen como punto de partida la fotografía, se trata de tomas directas con la cámara, en ocasiones de escenas preparadas, así como imágenes digitalizadas. El arco significativo es diverso, ya que la certeza de la representación se conjuga con la ambigüedad. El espectador mirado por sí mismo se construye a través de un singular microscopio que permite a la gente verse contemplándolo, en tanto que el compromiso social de muchos creadores está puesto en evidencia en obras como un video que registra una acción realizada por el grupo En trámite, las imágenes de Noemí Escandell y un afiche de Claudia Lucius que en el mismo texto anticipa "Esto no es una Barbie", la imagen reproduce una nena con una muñeca en un barrio miserable e inundado.
| |