Año CXXXIV
 Nº 49.206
Rosario,
domingo  12 de
agosto de 2001
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De los fusiles al consenso

Firmenich admite haber cambiado mucho desde que hace treinta años integraba la dirección de Montoneros. Admite que entonces eran deterministas ya que creían en la supuestamente inexorable marcha del mundo hacia el socialismo. "Eramos tan deterministas como lo son hoy quienes sostienen que la economía domina a la política. No hay economía pura, ni equilibrio de mercado puro, no hay determinantes económicos que anulen la libertad de las personas. La economía condiciona, impone restricciones, pero la dinámica del sistema está definida, no por la automaticidad del mercado, sino por las decisiones políticas sobre el uso de los excedentes. El devenir económico depende de decisiones político-institucionales", reflexiona el ex jefe guerrillero.
Al analizar la situación internacional, Firmenich sostiene que el mundo atraviesa un proceso en el cual se están rediseñando el mapa político y modificándose las atribuciones soberanas de las naciones, contexto en el cual "si la Argentina no es un país viable por sí mismo, no pueden descartarse que algunos poderes mundiales piensen en fraccionarla en tres partes".
Luego argumenta que la posibilidad de la desintegración nacional "no existe sólo para quien no la quiere ver. Y frente a esta posibilidad, tenemos un imperativo moral, que parte de una simple reflexión: si cuando teníamos 25 años, tuvimos la osadía de cuestionar el poder para plantear un proyecto alternativo en un país que nos parecía injusto ¿Cómo nos vamos a quedar ahora callados la boca?".
A pesar de considerar que Argentina pasa por la peor crisis de su historia, Firmenich es optimista, pero no deja de anclar la realidad local a la situación internacional: "Confío en la racionalidad de la humanidad para llegar a consensos políticos que podrían permitir una globalización justa, solidaria y sustentable, porque la alternativa es continuar hacia la catástrofe derivada de este un sistema insostenible, tanto en lo social, a causa de las migraciones masivas; financiero, por las crisis globales recurrentes, como ecológico".
Firmenich está convencido de que "el mercado evoluciona según las decisiones de las instituciones políticas" y que "es posible diseñar el mundo y la sociedad hacia la cual queremos ir: en la cual no sólo se respeten los derechos individuales si no que también se respeten los derechos sociales".
En esa línea, plantea que "es posible hacer realidad la máxima «trabajar menos, trabajar todos»", como una forma de salir de la desocupación. "Postulamos una reducción del tiempo de trabajo anual de cada trabajador sin que disminuya su ingreso bruto, pero esto no implica que el empresario tenga que pagar más. La clave está en la reforma total del sistema de la seguridad social para instaurar la renta por derecho de ciudadanía. Este gasto público social significará que cada ciudadano, en este caso los trabajadores activos, recibirán una renta equivalente a las horas que dejarán de trabajar, lo que implica naturalmente una reformulación de todo el sistema fiscal", precisa con convicción Firmenich, ensayando un nuevo discurso que quizá se repita en la campaña proselitista del 2003.


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