Temprano o tarde, el FMI aprobará fondos para fortalecer el sistema financiero argentino y evitar el no despejado peligro de la cesación de pagos. No habrá, pese al viaje la semana pasada del subsecretario del Tesoro, John Taylor, ayuda norteamericana directa, porque esa no es la política de la administración republicana. Pero el movimiento de pinzas diplomático que impulsan las empresas radicadas aquí, así como la cancillería y sus embajadores en busca de pronunciamientos de auxilio para el gobierno de Fernando de la Rúa, están dando espacio para un apoyo del gobierno de George W. Bush para que el Fondo casi en receso por el verano norteño apoye requerimientos argentinos.
Si la inercia de las posiciones hubiera prevalecido, estas serían horas de asfixia. Dicho de otro modo: si se hubiera mantenido sin matices, la posición del secretario del Tesoro, Paul O'Neill, cuando calificó a la Argentina en "un lugar retrasado" y desfavorable respecto de Brasil o se hubiera extendido el criterio de Alan Greenspan, titular de la Reserva Federal de los EEUU, quien sugirió que los problemas argentinos no eran contagiosos, hacía innecesario un rescate financiero para enfrentar ese infierno tan temido del default.
Pero no será así. No sólo porque el gobierno está dispuesto a aplicar a rajatabla el programa de déficit cero, que abrió el anticipo de los 1.200 millones de dólares y, en corto plazo por tramos, una suma adicional no definida aún pese a la euforia del Palacio de Hacienda. Debió moderarse ante tirones de oreja de funcionarios del FMI. En este entramado de intereses, han terminado por imponerse razones estratégicas donde ha jugado su peso los asesores para el hemisferio de la titular del Consejo Nacional de Seguridad, Condelezza Rice, particularmente John Maisto, de fluidas conversaciones estos días con el embajador en los EEUU, Guillermo González.
El brasileño Fernando Henrique Cardoso sigue cada minuto argentino. Primero, por el efecto tango sobre la economía de su país; luego, por que una eventual dolarización, peligro no despejado, quebraría el Mercosur y con ello toda una estrategia de ellos y de los argentinos. Y por último y no lo menos importante, le quitaría posibilidades a un relevo de un vicario suyo y desbrozaría el camino para el líder del Partido de los Trabajadores, Lula.
Brasil tiene rivalidades objetivas con EEUU, pero para Washington no habría peor noticia que un ascenso del centro izquierda sobre la que influye escasamente y por ello el Departamento del Tesoro puso su empeño para que el FMI le diera 15 mil millones de dólares, a guisa de parapeto por lo que podría venir desde la Argentina. Esta es una concepción pragmática de los norteamericanos, que refleja los cambios de los principios ideologizados de O'Neill al realismo del Consejo de Seguridad y del Departamento de Estado.
Descontentos hasta de los militares
Hay más. Un derrumbe argentino ("estamos en pre derrumbe", diagnosticó Eduardo Duhalde antes de volar a los EEUU en busca de recomponer su futuro), significará que el Consenso de Washington, que republicanos primero y demócratas luego, impusieron para América Latina, habría fracasado y podría abrir el camino a alternativas como la de Lula o de Hugo Chávez. Tal consenso tuvo a la Argentina como "su mejor alumno" con las privatizaciones, desregulaciones, incluso la laboral, libre giro de remesas, engarzando las economías latinoamericanas con el pensamiento del FMI.
El programa económico avanza pese a las protestas sociales cuya expresión más notoria, pero no la única, es la movilización piquetera. O los fuertes reparos de los sectores productivos que encarna el actual liderazgo de la Unión Industrial, con fuerte respaldo de la CGT; el radicalismo que encara Raúl Alfonsín y un amplio espectro del peronismo. La crítica de la Iglesia eleva su contenido y compromiso. Y ahora el disgusto ha llegado a las Fuerzas Armadas. Hubo expresiones públicas: el discurso del jefe de la Fuerza Aérea en Córdoba frente al propio presidente, precedido en esa misma ciudad por el comandante del III Cuerpo de Ejército y antes por el jefe de la Gendarmería. En la Aviación, se suspendió el Festival Aéreo anual de El Palomar, pese a que atrajo hace un año a dos millones de personas. Su costo no era alto, alrededor de 70 mil pesos, pero "se quiso enviar un mensaje a las autoridades", comentan en el Ministerio de Defensa.
Creen allí que estos discursos críticos y públicos son tolerados porque buscan canalizar algo más preocupante: el descontento en la oficialidad más joven. Una voz de esa cartera cuenta que hubo octavillas con términos severísimos con los altos mandos en varias guarniciones en distintos puntos del país, las de Rosario y Tucumán entre ellas, que podrían hacer sospechar que existe un movimiento organizado. Banqueros que han ido a dar conferencias a la Escuela Superior de Guerra se han encontrado con preguntas sobre la deuda externa y si no existen alternativas a la actual política económica. El jefe del Ejército, general Ricardo Brinzoni, que ha recibido pullas en esas octavillas, ha autorizado que un grupo de coroneles indaguen en la sociedad civil sobre el futuro. Tres de ellos han charlado con el sacerdote Luis Farinello "pero se han decepcionado", comentan en Defensa. Otros lo han hecho con radicales críticos del oficialismo y con peronistas. En todas las conversaciones (y en algunos volantes) la cuestión de la deuda externa asoma como tema clave.
Requerimientos estratégicos
¿Luz roja ante estas novedades? Ningún sector civil responsable piensa en una alternativa militar, ni en las FF.AA. surgen propuestas propias, salvo frenar nuevas podas de gastos. De todas maneras, en pequeños grupos de combatividad social la existencia de esos disensos genera ansiedades. El ajuste toca a los militares: 33.000 de sus efectivos ganan menos de 500 pesos y entonces discursos como el del dirigente de los camioneros, Hugo Moyano, encuentran eco. ¿Se incuba un movimiento semejante al del venezolano Chávez? Es lo que creen, en escenarios teóricos, algunos círculos académicos de los EE.UU. lo que refuerza la posición de los pragmáticos de ese país ahora que la Argentina está en un plano importante.
Es en este contexto que hay que ubicar a las negociaciones financieras como a las iniciativas oficiosas para que en territorio argentino se instalen bases misilísticas en la Patagonia, para el programa de escudo nuclear que promueve la administración Bush. Es probable que en los próximos días se señale que la Argentina no conoce ninguna solicitud. Voceros de la embajada argentina en Washington han reconocido que han recibido preguntas sobre el particular desde que un académico británico recomendó negociar las penurias con el ministro de Defensa, no con el Departamento del Tesoro. Es cierto: oficial no hay nada. Pero temprano o tarde, si el escudo se lleva adelante, los EEUU necesitarán de esa base en el sur y entonces esta dependencia actual con el país del norte, podría tener un costo. Ahora en Defensa tienen el pedido para instalar un radar plano, para el combate del narcotráfico. "Los norteamericanos no pueden rastrear esta región sin ese sofisticado detector. Pero Brasil es reacio", comentan personas familiarizadas con el tema.
Debate piquetero
El espacio piquetero es hoy un referente inevitable, y comparte estas semanas con los mercados los primeros planos de donde están desplazados los partidos. Sin embargo no consiguen salir del ghetto de la izquierda histórica aunque reciban simpatías de las nuevas expresiones contestatarias como la del Polo Social y del ARI que orienta Elisa Carrió. Si primara por caso el discurso del dirigente de la Corriente Clasista y Combativa, Abancay Ardura, en Plaza de Mayo, donde dijo que había que echar al gobierno y convocar a una Asamblea Constituyente, ese movimiento puede fracturarse. Para la CCC es lo que dice el Partido Obrero: "se ha planteado la cuestión del poder ya que soslayar este punto es condenar al fracaso cualquier movimiento reivindicativo". Esa arenga, de la que se tomó registro en el Ministerio del Interior, no corresponde al enfoque de la CTA, que prima en el piqueterismo organizado, el que se impone en rutas bloqueadas con alternativas. Es la que les permite ganarse crecientes simpatías en capas medias.
Los argentinos parecen condenados a vivir el día a día. Analistas radicales predicen que agosto y septiembre serán meses con un déficit prácticamente de cero y con recursos financieros para pagar los vencimientos de deuda. De todas maneras, la realidad va a estar dominada por las expectativas de recaudación del mes de agosto. El déficit cero aguantaría una caída del 9% en la recaudación respecto a agosto del año pasado.
Pero la situación fiscal se complicará en el cuarto trimestre porque proyectan un déficit de $ 2.000 millones. Ello requeriría un nuevo ajuste fiscal que ocurrirá después de las elecciones de octubre, que, se supone, debilitarán el respaldo político del gobierno. Los bancos más grandes están en condiciones de aguantar en agosto una pérdida de depósitos sin graves consecuencias de 100 a 150 millones de pesos diarios. Sus carteras de préstamos concentrada en grandes empresas extranjeras están mejor preparadas que el resto.
De todas formas, la combinación de ajuste fiscal vía reducción salarial y de jubilaciones, altas tasas de interés y restricción del crédito bancario acentuará las perspectivas recesivas de la economía. Esta realidad va ir unida a un contexto socio-político cada día más tenso. Si se va a déficit cero, el apoyo externo llegando y la certeza de que habrá crecimiento, no habría necesidad de una cesación de pagos u otras alternativas en danza. Pero para revertir la recesión se requiere un drástico cambio en las expectativas internas y externas. Y un enfoque diferente al actual respecto a la deuda; esta es una tendencia creciente. El gobierno centra toda su gestión en obtener apoyo internacional para una línea de crédito no menor a 6.000 millones de dólares y el uso de la facilidad contingente acordada por el Banco Central con bancos internacionales para fortalecer la liquidez del sistema bancario. Si ello se concreta, se aliviarán las tensiones existentes en el mercado de capitales.
¿Y las expectativas internas? Son las que no aparecen tan claramente. Se diluyó la propuesta de Alfonsín de crear las condiciones para un gobierno de unidad nacional con el inequívoco objetivo de abrir el camino a otro enfoque económico. Es decir, sin Cavallo. No lo quiere el presidente ni sus aliados, lo soslaya el peronismo. Estos como los radicales y el Frepaso y las novedades contestatarias en política, ven hoy, sea por inercia, sea por convicción, que ninguna traba impedirá el comicio de octubre. Era una duda hace poco, que la democracia o la rutina disipa. Un proceso que convivirá con el riesgo país, la conflictividad social, la detención de Carlos Menem o las denuncias sobre corrupción que instaló Carrió, que golpea al poder efectivo, a funcionarios desde Alfonsín hasta hoy, una caja de Pandora que dará aún más sorpresas.