La participación de las mujeres en el destino de los barrios de Rosario es cada vez más influyente. No sólo salen a trabajar o tienen sus propios espacios, ahora han tomado protagonismo a nivel comunitario. Participan en forma activa de la conducción y administración de las instituciones barriales. Y eso se nota en las vecinales: sobre un total de 96 entidades reconocidas en la ciudad, en 24 las presidencias están a cargo de mujeres. En algunas comisiones directivas ocupan la mitad de los cargos. Dicen que lo hacen por "vocación y servicio", y porque conocen "mejor" la realidad y participan "más" que los hombres. Reconocen que esos lugares no fueron fáciles de conseguir. Lo lograron, y hasta impusieron un cupo femenino del 50 por ciento en los cargos de la Casa del Vecinalista, una organización que nuclea a los dirigentes del sector. Y se jactan de presidir las vecinales que "mejor funcionan" en la ciudad. Pero no están conformes.
Las mujeres vecinalistas son trabajadoras, persistentes, peleadoras y de hablar mucho. Además tienen un empleo, son profesionales, o deben atender a sus familias. Reivindican, ante todo, ser amas de casa. Ocupan parte de su tiempo en el movimiento. Creen que la vecinal es su segundo hogar. La Capital reunió a cinco de ellas de diferentes sectores de la ciudad y con realidades disímiles.
El fenómeno de la participación de las rosarinas en este tipo de asociaciones no es casual. Obedece a una tendencia en la que la mujer ocupa espacios antes reservados para el hombre. Y eso sucede también en cargos ejecutivos. En la vida cotidiana y en lo laboral ya se lo ve como algo normal. Y en el vecinalismo es una tendencia que comenzó a principios de los 90, cuando por primera vez una lady se puso al frente de una asociación.
Alicia Núñez es la presidenta de la vecinal 20 de Junio Oeste desde hace nueve años. Sostiene que las mujeres se dedican al vecinalismo porque "trabajan más y tienen vocación de servicio", y son las que llevan adelante la institución familiar. "¿Quién podría llevar mejor una vecinal, entonces?", se pregunta. "Es que la mujer tiene un cable a tierra con el barrio, sabe de los problemas cotidianos, ya sea cuando va al mercado o a la reunión en la escuela del hijo", explica Silvia Gergolet, de la vecinal Avrose de barrio Tablada.
Ambas además tienen activa participación en la Casa del Vecinalista. Alicia es la coordinadora general y Silvia es la representante de la zona sur. En ese espacio, la mitad de los cargos son ocupados por mujeres.
Noemí Di Giovanni, de la vecinal Monumento a la Bandera, se define junto a sus pares como "más guerreras o peleadoras", aunque "con altura y no con los puños". Son de ir a golpear puertas hasta que las atiendan. Ninguna dijo haber sido tratada mejor en un despacho por ser mujer, y por el contrario, tampoco nunca las mandaron a lavar los platos.
A diferencia de los hombres, "las banderías políticas se dejan de lado y la ambición por el poder no es tanta", apunta Marta Andi, de Fisherton Sur. Y dio en la tecla en relación a lo que ocurre en ciertas vecinales que se han convertido en "sellos o sellos políticos", según Alicia. Aunque hay otras que funcionan muy bien, y "son las que presiden las mujeres", agrega Silvia.
Algunas de las señoras tienen a la vecinal como su segundo hogar. Delia Bianchi, de Acindar, cumplió quince años de vecinalista, ayudó a levantar las paredes del edificio barrial y hoy atiende a los vecinos en su casa porque vive enfrente.
A otras, estar al frente de ese tipo de entidades las hizo peregrinar hasta por los hospitales con los vecinos. En sus once años de dirigente barrial, Marta lo vivió una vez con un indigente sin familia al que tuvo que llevar al Carrasco, internarlo y hacer los trámites correspondientes luego de que falleciera.
Un 25 por ciento de las vecinales de Rosario son conducidas por mujeres. En las respectivas comisiones directivas, a veces, los varones son apenas la mitad. Ese liderazgo femenino es nuevo. Núñez cuenta que les costó mucho ser tenidas en cuenta hasta en sus propios barrios. "Hubo una chica a la que no dejaron concurrir a un congreso de vecinalistas por ser mujer", recordó.
Creen que el mundo funcionaría mejor si tuvieran una participación más activa. Y lo mismo piensan de su función. Delia pidió "más poder para controlar a los vecinos que no cuidan su lugar" y ser reconocidas como impulsoras de las obras en los barrios. Aseguran que el 70 por ciento de las inversiones públicas son proyectos de los vecinos.
Perfume de mujer
Negaron que hayan elegido ser vecinalistas porque no tenían otra cosa que hacer. Es más, se sienten orgullosas de ser "primero, amas de casa". Pero sus vidas no terminan allí. En su caso, Gergolet es antropóloga, licenciada en enfermería, administra un geriátrico y lleva once años de vecinalista. Son madres y algunas abuelas. Tienen maridos con quienes conviven y familias para atender.
Noemí, la mayor en edad pero la más joven en la función (dos años), dice que antes de ser vecinalista pasó parte de su vida participando de organizaciones sociales y militando en política. "Y eso ya lo saben mi marido, mis dos hijos y también los siete nietos", indica.
Eso sí, son un tanto diferentes al resto de las damas. Admiten que cuando van por la calle, o visitan otra ciudad, se la pasan mirando "si las calles están limpias, el estado del pavimento o si el transporte público pasa con frecuencia".