Año CXXXIV
 Nº 49.206
Rosario,
domingo  12 de
agosto de 2001
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El elegido de la semana
Por las bateas: "Jessico", de Babasónicos
En el CD los Babasónicos crea un universo tan propio como irresistible

Carolina Taffoni

"No deje que el disco lo domine, es usted el que debe dominar al disco", reza una extraña voz al final del tercer tema de "Jessico", el nuevo disco de Babasónicos. Pero en este caso la consigna es imposible de cumplir, porque "Jessico" es, de principio a fin, pura seducción, puro placer, pura masturbación auditiva.
Los Babasónicos ya no necesitan recurrir a ninguna capital del mundo para titular su disco, porque en "Jessico" crean un paisaje tan propio como irresistible. El grupo ha logrado decodificar la onda retro de "Miami", su brillante trabajo anterior, para asimilarla en un estilo único. "Jessico" es otro paso en la evolución de una banda que, a fuerza de reciclaje constante (y a falta de nuevas propuestas, hay que admitirlo), todavía conserva un saludable (y también engañoso) status de novedad y revelación. Semejante chapa, con una década de carrera en las espaldas, es todo un logro.
"Jessico" es diferente a "Miami", es más bailable, más sensual, más directo, y tiene un toque de superficialidad mundana. El álbum está hecho de retazos y reflejos de discos anteriores, más una comunión pagana entre el rock de estadios de los 80 y la música disco de París y Nueva York, el glam y el narcocorrido, el country de otro planeta y la psicodelia, Queen y ZZ Top, Giorgio Moroder y Ennio Morricone.
De esta ensalada aparentemente indigesta, los Babasónicos son capaces de parir un puñado de grandes canciones, de esas que se adhieren a la piel y a la memoria, no de esas que se pegan en la boca como un simple hit a repetición.
Los tres primeros temas son una inyección letal, narcotizante, que te deja colocado para el resto del disco. Ahí está la sensualidad de "Los calientes", con su letra de telenovela adúltera, la melódica y pegajosa "Fizz", que se ríe de la "fiesta de farsantes de la espuma social", y la bailable "Deléctrico", que podría ser un tema de "Fiebre de sábado por la noche" versión 2001.
De ahí en más es cuestión de entrar en el universo del disco, un submundo poblado de extraños personajes nocturnos, desequilibrados, chulos, muñecas tóxicas, falsos dandys, estafadores y dealers de frontera. Dárgelos brilla cuando se transforma en un crooner romántico en la impagable "Rubí" ("a tu lado retrocede el tiempo/cualquier día es el mejor momento/increíble tentación es el amor"), y el grupo demuestra su versatilidad entre el rock genital de "Soy rock" y "Atomicum", y los climas de banda de sonido de alguna bizarra película que crea en "El loco" y "Yoli".
Dárgelos se afianza como pensador de la cultura rock con dos letras tan polémicas como definitivas. En "Soy rock" habla en primera persona del femenino del género en el que su banda echó raíces sin concesiones ("soy muy puta/ y no trabajo para vos/mantenida, en un estilo ya sin vida/ yo pertenezco a cualquiera/ no al que me pueda comprar"). Y en "Camarín", un tema soberbio de melodía embriagadora, dispara "desperté con odio y resquemor/ resentido y agrio sin por qué/ fui recordando el drama que soñé/ soñé ser crítico de rock".
Tal vez "Jessico" nos esté mintiendo todo el tiempo, pero en ese caso, es de ese tipo de mentiras que hacen de la vida un momento agradable y del mundo un lugar mejor para vivir. Además, y sin ánimos de buscar respuestas ni revanchas, con este tipo de discos ser crítico de rock no es ninguna pesadilla.



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