Rodolfo Bella
"Billy Elliot" retoma la idea central de "Todo o nada", de Peter Cattaneo, y "Tocando el viento", de Mark Herman: desarrollar algún tipo de habilidad artística como medio de lucha contra la adversidad. El filme fue dirigido por Stephen Daldry, quien debutó con este trabajo. Si bien el realizador no encaró una idea demasiado original en cuanto el costado de denuncia de su filme, acertó al escoger una puesta en escena austera y una forma de narrar basada en un montaje en sintonía con las ideas que se pretenden transmitir. Billy vive con su padre, su hermano mayor y una abuela. Una vez por semana concurre a un gimnasio a practicar boxeo, lo que es más un mandato heredado de la tradición familiar que una afición. Su vida tendrá un brusco giro dramático cuando decide unirse al grupo de niñas que practican ballet. Previsiblemente el chico debe enfrentar los prejuicios de su medio social cuando descubre que los pasos de baile y la música son más afines a su sensibilidad que entrenar boxeo. El chico decide enfrentar la voluntad de su padre y generar su propio mundo privado a escondidas. No teme ser descubierto, aunque sabe que a su familia sus intereses pueden no caerle en gracia. Pero quizás lo más grave es que deberá demostrarles que no es homosexual por preferir las zapatillas de punta a la bolsa de boxeo. Daldry eligió, al igual que Cattaneo o Herman, un barrio de clase media obrera para desarrollar la historia. Allí se representan también las historias cotidianas de frustraciones laborales y disgresiones familiares, con diálogos cortos en los que los personajes aparecen con su capacidad de discernimiento anestesiada por los problemas cotidianos. El montaje propone el desarrollo de las dos líneas narrativas: lo social y la lucha por los objetivos personales de Billy. El chico le imprime a su danza una energía similar a la intensidad de los reclamos de los empleados en huelga de la mina donde trabaja su padre y también su hermano. En esta línea, un puño cerrado o un grito en una manifestación es equivalente a la fiereza que despliega Billy cuando interpreta su música. Su arte es su forma de protesta. Las metáforas de las cuales se vale Daldry para narrar su historia no acaban ahí. La cotidiana presencia policial para reprimir a los huelguistas es un elemento más del paisaje. Es significativa la escena en que una niña camina tocando las paredes con una vara. Al llegar a una esquina, continúa golpeando los escudos de la policía con indiferencia, como si se tratara de un muro más. El final, demasiado complaciente con el espectador y la industria, no alcanza, sin embargo, para restar mérito al filme.
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