El presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Andrés Carrasco, relativizó el fenómeno de la "fuga de cerebros" argentinos y también las posibilidades de éxito de los emigrantes. "Hay que ser perspicaz, inteligente y saber encontrar el dinero. Irse no significa garantía de genialidad", dijo y aseguró que "las expectativas de emigrar cambian según las edades, decaen en los investigadores mayores".
"Instalarse definitivamente en otro país después de una beca requiere haber hecho una carrera muy brillante. Conseguir espacio en universidades extranjeras en este momento no es fácil y, en general, uno tendría que empezar de nuevo. No es agarrar todo, meterlo en un cajón, llevárselo y ponerlo en otro lado", graficó el titular del Conicet, quien advirtió: "Hay mucha gente que se quiere volver y con buenos niveles y antecedentes formar un nuevo grupo de investigación en la Argentina. Si es por condiciones de trabajo, en general cualquier lugar del hemisferio norte nos va a superar. Pero no nos ocultemos: hay gente que se va y le va muy mal. Irse del país no es garantía de ser un genio".
En tanto, Carrasco deploró el recorte de salarios en su área, aunque consideró que la ciencia argentina usa mal los recursos. "Podemos usarlos mejor", dijo, e instó a los científicos a abandonar una actitud "de elite" y a aceptar que el Estado debe orientar su trabajo, que definió como "producto social".
Hacer con poco dinero
Carrasco, un investigador en biología molecular de 55 años, asumió hace un año, tras una agitada salida de su antecesor Dante Caputo, y se ha planteado como objetivo que el Conicet y toda la ciencia argentina valoricen sus propios medios. "Hay muchos laboratorios en Estados Unidos que tienen mucho dinero y donde también es mucho lo que se desperdicia", argumenta. "El dinero no garantiza ni la calidad ni la originalidad del producto", afirmó.
Para el titular del Conicet, el Estado debería orientar la inversión del poco dinero que tiene hacia fines que se consideren más productivos o de más alto impacto social. "El contribuyente -señaló- pone la plata en este país. La inversión pública es el 90 por ciento de la inversión que se hace en ciencia y tecnología. Cuando un científico genera un producto llamado conocimiento lo está generando el individuo en el marco de una sociedad. No es su genialidad, es un producto social y se hace con el salario que le da la sociedad".
"El ciudadano tiene derecho a saber cuáles son las prioridades en ciencia, qué tipo de conocimiento se genera. El científico tiene el deber de comunicar para qué hace su ciencia. El conflicto entre la demanda social y la oferta se tiene que resolver en algún lado, y ese lugar es el Estado", agregó.
Sobre la intervención del Estado en el área, Carrasco dijo que "el Estado ha librado a la comunidad científica a su buen entender. Ahora estamos reflexionando sobre eso. Algunos decían que en Argentina «no hay política científica». Sí la había: dejar hacer los científicos, que se van configurando como una elite, que hagan los que se les dé la gana. Eso termina en una ciencia que puede no servir a la sociedad y que puede derivar hacia cualquier lado. Pero tampoco la generación del conocimiento en la Argentina está valorada ni jerarquizada. Está visto como prestigio: «Qué buenos que somos, tenemos ciencia. Tenemos premios Nobel»".
El investigador afirmó que se han generado asimetrías, ya que hay áreas de conocimiento muy desarrolladas con alto nivel de repetición y otras reducidas a la mínima expresión.