Año CXXXIV
 Nº 49.204
Rosario,
viernes  10 de
agosto de 2001
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Editorial
Los límites del hombre

El avance tecnológico ha puesto a la especie humana al borde de una peligrosa tentación. La clonación, esa palabra que hasta no hace demasiado tiempo parecía extraída de una novela del género fantástico, se ha convertido, ahora, en una simple alternativa. Es decir, técnicamente todos los caminos están abiertos -aunque ningún resultado pueda anticiparse- y, de esta manera, la puesta en acción del prodigioso mecanismo develado por la ciencia depende de una decisión que pertenece, en exclusiva, al espinoso terreno de la ética.
Dos médicos residentes en la capital norteamericana, Washington, dieron calor a la polémica hasta que alcanzó elevadas temperaturas. Severino Antinori y Panayiotis Zavos sostuvieron ante un panel compuesto por prestigiosos colegas que iban a proceder a clonar niños de parejas que no pueden concebir hijos. Se sabía, ciertamente, que tarde o temprano esto iba a suceder. Es que hasta el presente no se conocen casos de que el hombre, cuando realiza un descubrimiento, no lo haya puesto en práctica, pese a los potenciales efectos devastadores que dicha actitud pueda acarrearle. El ejemplo más sencillo de tal tendencia no es otro que lo sucedido con la energía nuclear: a la fabulosa revelación de los poderes ocultos en el átomo, le siguió su inmediata aplicación para la guerra. Hiroshima y Nagasaki, las dos ciudades japonesas que sufrieron en carne propia la indescriptible crueldad de la flamante arma, dan acabado testimonio de cuáles pueden llegar a ser los costos del aprendizaje. Claro que los muertos no resucitarán. (Y el futuro, por cierto, dista de presentar seguridades con respecto a la erradicación de las armas atómicas).
La clonación no se asemeja -al menos en apariencia- al desastre que significó el uso de la fisión y fusión nucleares en una contienda bélica. Sin embargo, el cardenal Joseph Ratzinger expuso días atrás una cruda verdad sobre el tema. Lejos de recurrir a la página de sutilezas de su arsenal retórico, el prelado aseguró, en relación con la técnica en debate: "En cierto modo, Hitler se adelantó a su época con respecto a varios sucesos en el mundo contemporáneo". Hacía alusión, por supuesto, a los intentos nazis por crear una "raza superior", a partir de la implementación de atroces experimentos con seres humanos vivos.
Se torna transparente, en síntesis, que incurrir en ciertos territorios parece ser, cuanto menos, terriblemente problemático para el hombre. La naturaleza tiene ciertas leyes cuya abierta violación significa un enorme riesgo. Y si bien nadie puede poner en tela de juicio la utilización de la ciencia para mejorar la vida de la especie sobre el planeta, la tentación de crear nuevos seres debería ser, por el bien de todos, soslayada.


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