| | Reflexiones Después de la tormenta
| Hugo Racca (*)
En 1926 Angel Latorre, un inmigrante de origen español, fundó en Casilda una fábrica de básculas que llegó a ser líder en el mercado nacional. En el mismo lugar donde funcionó por décadas, antes de ir a la quiebra, desde donde salió gran parte de las balanzas que todavía pesan la riqueza agroganadera de la Argentina, hoy funciona una bailanta. En 1924 llegó a Casilda el metalúrgico polaco José Kolodzinski, y en los 40 comenzó a fabricar acoplados para camiones. Su empresa se transformó en una de las tres más importantes del país y fue pionera en la producción de acoplados balancines de tres ejes. En ese lugar, hoy funciona un kartódromo. En 1945, Bruno Balcikonis, un pobre inmigrante de Lituania que había llegado al país viajando como polizón, se estableció en Casilda e inició un improvisado taller de forjado que se dedicaba a transformar descartes ferroviarios, con los cuales hacía palas y otros elementos de trabajo. El conocimiento que trajo el Lituano, escaso por entonces en la Argentina, no pasó inadvertido para algunos jóvenes con mentalidad empresaria que en pocos años convirtieron a Casilda en el polo de producción de herramientas manuales de acero forjado más importante del país. En una de las industrias que ayudó a fundar, quebrada hace poco tiempo, la imagen de abandono que ofrecen sus chapas oxidadas reinará hasta que algún emprendedor de la "nueva economía" le encuentre un destino más útil al lugar. La descripción podría continuar. Pareciera que en Casilda estamos viviendo las consecuencias de una tormenta donde patovicas y repositores de supermercado han reemplazado a torneros, matriceros e ingenieros mecánicos; chacareros que ayudaron por generaciones a forjar el perfil agroexportador de la Argentina y que no hace mucho brindaban con soja en tapas de revistas, hoy reparten pizza a domicilio o viven de un quiosco vendiendo golosinas por centavos; comerciantes ayer exitosos o hijos de legendarios empresarios con apellidos que todavía "suenan" en la ciudad, conducen remises, gestionan la autorización para un locutorio o agencia de quiniela, cuando no deambulan en despachos públicos buscando su salvación a costa del presupuesto municipal. Hoy los informes del Veraz provocan más temor que la plaga de langostas en el pasado, y los remates de estupendas viviendas son ya cosa de todas las semanas y no llaman la atención de nadie. Chance Gardiner, el fenomenal personaje que Jerzy Kosinski describió en su exquisita obra "Desde el jardín", dice que a todo invierno sucede inevitablemente una primavera y que después de toda tormenta sobreviene un período de calma. Las preguntas que hoy deberíamos hacernos son: ¿ha pasado ya la tormenta que azotó Casilda o estamos en medio de ella? ¿Son estas sus verdaderas consecuencias o lo peor aún está por venir? Ninguna de las políticas económicas que se han intentado en los últimos años nos hace pensar que todo terminará aquí. De continuar esta tendencia, otras fábricas cerrarán y la gente seguirá abandonando sus chacras. Como resultado, el panorama del deterioro social se profundizará, aumentará el desempleo y el nivel de vida de nuestros vecinos seguirá cayendo. Hoy la Argentina necesita con urgencia un proyecto que nos contemple a todos. Si queremos volver realmente a vivir una nueva primavera, es imprescindible devolverle la rentabilidad al campo y apoyar la maltrecha industria nacional. Si el gobierno no tiene un plan económico para ello, se impone convocar a todos los sectores que tienen que ver con la producción en la Argentina a un gran encuentro donde se discuta un nuevo modelo de país, priorizando la generación de empleo genuino, la educación, la inserción de los jóvenes en la economía y un reparto equitativo y generoso de los excedentes entre las distintas regiones del país. Después de esta actitud de grandeza de nuestro dirigentes, vendrá la calma que inevitablemente sucede a toda tormenta, la nueva primavera Argentina que todos soñamos. Entonces sí podremos decir que seguir trabajando y pagando impuestos en este país tiene sentido; y a nuestros jóvenes, que buscar un futuro en Europa es una aventura que no vale la pena. (*) Presidente del centro económico del departamento Caseros
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