Año CXXXIV
 Nº 49.199
Rosario,
domingo  05 de
agosto de 2001
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Paraguay: Descolgados de la historia
Cinco pueblos cercanos a la capital, Asunción, integran un atractivo circuito cultural que culmina en el legendario lago de Ypacaraí

Corina Canale

Cinco pueblos paraguayos que parecen descolgados de la historia separan las calles de Asunción, perfumadas de azahares, del legendario lago de Ypacaraí. En ese camino de tierras rojas y calientes hay tanta cultura milenaria y tanta naturaleza vigorosa que luthiers y artesanos, tejedoras y cantores, formaron el circuito turístico "en torno al lago".
El nuevo circuito se puede recorrer en dos o tres días, asegura Víctor Chamorro, operador de este destino tan cercano como accesible para los viajeros argentinos. Un recorrido que comienza en Asunción, la ciudad con nombre de mujer, donde los jazmines se entrelazan en rejas y balcones. Mientras la combi se desliza por las apacibles calles de Luque (el primero de los poblados en la ruta hacia el lago) el guía explica que el nombre proviene del latín luccus, que quiere decir "bosque consagrado a una divinidad".
Sus habitantes recuerdan que el 22 de febrero de 1868, en plena guerra contra la Triple Alianza, Luque fue declarada capital de Paraguay. Luque es la ciudad de las joyas de filigrana -espléndidas, exquisitas y tentadoras- y cuna de artesanos, trabajadores del oro y la plata, el cuero y el karanday.
Los luthiers y la fabricación artesanal de instrumentos musicales -arpas, guitarras- hicieron famosa a Luque como sede de la Confederación Sudamericana de Fútbol y poseedora del título de Capital del Fútbol Sudamericano. Allí los visitantes suben y bajan por la avenida general Aquino -la calle de las joyas- donde los joyeros trabajan a cielo abierto. Desde hace un par de años esa "cuadra histórica", donde está la famosa Casa de Artesanos, es sólo para caminadores.
De Areguá, otro de los pueblos, se recordará para siempre la riqueza arquitectónica del casco urbano. Fundada sobre un asentamiento guaraní, para algunos su nombre quiere decir "los de la loma" y para otros "los de antes".
Precisamente sobre una loma está La Recova, el barrio más antiguo de Areguá. En cambio, las casonas de principios del siglo XX -que fueron residencia de verano de las familias ilustres- están sobre la avenida Boulevard.
Parte de aquel lujoso mobiliario se exhibe ahora en la galería-museo Las Margaritas, junto a una colección de arte contemporáneo. Pero las historias del castillo de Carlota Palmerola, y de la Casa Facetti, son relatos que hay que escuchar allí, de boca de los viejos pobladores, mientras suenan polcas y guaranias.
Intentar contarlas sería como explicar el trabajo de las tejedoras de ñandutí, mujeres que se sientan al sol, en las calles de Itauguá, entrelazando hilos y bordando con agujas delicados dibujos. Celosas guardianas de los secretos de esta primorosa confección manual -el tejido de tela de araña-, que identifica en todo el mundo al pequeño y mediterráneo país sudamericano.
Algunas teorías dicen que el origen del ñandutí podría ser el desarrollo autóctono de los encajes de Tenerife y Canarias, que los colonizadores trajeron al nuevo mundo en los siglos XVII y XVIII. Otros afirman que es un arte precolombino que ya se mencionaba en las crónicas de los marinos vikingos.
Itauguá también tiene una iglesia, la de la Virgen del Rosario; un museo, el San Rafael, con más de 400 obras de arte colonial y antropológico, y aún conserva las ruinas de la casaquinta de Madame Lynch, la misteriosa mujer tan cercana a Francisco Solano López como al poder.
Y más allá aparece Ypacaraí, el pueblo que se llama como el legendario lago. La Cordillera de los Altos, formada por cuatro cerros, le sirve de magnífico telón de fondo natural. Sus pobladores son talabarteros que fabrican zapatos.
El circuito culmina en San Bernardino, en la ondulante serranía de Los Altos. Este lugar es sencillamente el sitio turístico por excelencia. Es la Capital del Verano por los placeres del lago, pero resulta fascinante todo el año.
En todo Paraguay el viajero descubre el bilingüismo del pueblo, tal vez el más llamativo de sus rasgos culturales y una de las pocas herencias tangibles de los indios, los guaraníes, originales dueños de la tierra. Su lengua, que no claudicó, es la columna vertebral de la cultura paraguaya.
Los nativos llamaron a la inmensidad de esta selva milenaria y lujuriosa la "tierra sin mal", y muchos años después otros hombres la definieron como destino seductor para el ecoturismo. Aquellos construyeron una cultura y saben que Paraguay es el último refugio del mundo guaraní.



El pueblo de Ypacaraí lleva el nombre de un lago.
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