| | Reflexiones Condones
| Carmen Posadas
Leo que el artículo más vendido entre los jóvenes noctámbulos es el preservativo y, la verdad, me alegro. En pocas décadas hemos pasado de la castradora represión sexual heredada del puritanismo que sometió a nuestros pobres antepasados a un festival de promiscuidad que haría enrojecer incluso a las más lanzadas de mi generación. Nuestros padres salían a bailar los sábados por la noche y, aprovechando los vericuetos rítmicos de un bolero o de un foxtrot, intentaban inocular ese veneno llamado amor con las pequeñas euforias e infamias del sexo. A nosotras, en cambio, nos tocó ponerlo todo patas arriba y, gracias a la revolución que supuso la píldora, instauramos un desmadre liberador de guateque en el que a menudo se probaban cosas más por ignorancia que por convencimiento o espíritu transgresor. Dicen que el sida acabó con el avance de la promiscuidad, y yo añadiría que, con sus terribles y dolorosas secuelas, instauró, de un modo antinatural y provisional, la fidelidad por motivos profilácticos. A los únicos que les fue bien con el sida fue a los fabricantes de preservativos, que convirtieron su producto en un arma que, pese a sus críticos, sigue siendo, junto a la abstinencia que recomienda la curiosa ginecología vaticana, la más barata y eficaz para combatir las enfermedades de transmisión sexual, una expresión que siempre me ha sonado a calambre venéreo. Observo cómo, en efecto, entre los jóvenes que salen de noche abunda, además del ya indispensable teléfono móvil, la esperanza del ligue rápido, fugaz, sueño fugaz o pesadilla de una noche de verano. Lo relacionan con esta filosofía de ocio de usar y tirar, con un modo de vida que adapta el clásico carpe diem al ritmo del nuevo siglo con resultados digamos que opinables. Y es cierto que, si registrásemos las carteras de nuestros hijos y los bolsos de nuestras hijas encontraríamos preservativos de variada calidad, textura, tamaño y diseño. Pero me queda una duda. ¿Quién les asegura que, por el hecho de llevarlo, conseguirán sus lúbricos propósitos? A veces nada es lo que parece, y puede que esos chicos previsores que se toman la molestia de llevar el preservativo a cuestas sean, en el fondo, los que menos lo usen. La estadística según la cual el preservativo es tan popular entre los jóvenes me recuerda las listas de libros más vendidos. Que sean los más vendidos no significa que sean los más leídos.
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