La colaboración de mafiosos arrepentidos resultó ruinosa para la suerte de algunos peces gordos de la Cosa Nostra siciliana. Pero Bernardo Provenzano pudo eludir los señalamientos judiciales de los que obtuvieron absoluciones a cambio de acusar a sus ex camaradas: lo hizo reestructurando a la mafia a su actitud más secreta para mantener a la policía a raya. Ese plan implicó un rediseño de las relaciones que pasaron por ampliar los nexos mafiosos al interior de las familias. De ese modo el número de delatores, supuso Provenzano, se restringiría. A mayor cosanguinidad, menor traición, pareció ser la fórmula. "Hay una nueva generación integrada por hijos y nietos, de sangre familiar, porque es más difícil acusar a un miembro de la familia", explicó Graso. "De ese modo redujeron el número de colaboracionistas". También se reintegraron a las filas de la Cosa Nostra muchos veteranos que purgaron sus sentencias de 10 ó 15 años, asestadas a centenares de hampones en el juicio masivo realizado en Palermo en 1986-87. "Siguen siendo mafiosos", afirmó Grasso. "Uno no deja la mafia. O a uno lo matan o uno la traiciona". La agencia investigadora de la mafia, la DIA, dijo recientemente que Provenzano apretó las tuercas suspendiendo las reuniones de la cúpula, una especie de junta de directores de jefes mafiosos de toda Sicilia. En Palermo, el magistrado antimafia Antonino Di Matteo dijo que mientras Riina tendía a promover una estrategia basada en el asesinato de rivales, policías y fiscales, el enfoque de Provenzano hace honor a su sobrenombre: el Contador. "Provenzano fue siempre el que controló los contratos de obras públicas, el lavado de dinero y la complicidad con empresarios y políticos", dijo Di Matteo. Con millones de dólares en fondos de la Unión Europea destinados a Sicilia en los próximos cinco años, "la mafia tiene todo interés en tornarse todo lo invisible que pueda", dijo el senador Luciano Violante, ex titular de la comisión antimafia del parlamento.
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