| | Reflexiones Agresión a la democracia
| Rubén O. Bermúdez (*)
Las dificultades existentes dentro del accionar del gobierno nacional, y el continuo desmoronamiento de la credibilidad pública respecto a los actos de gobierno, son sin dudas una amenaza para el funcionamiento de las instituciones. El núcleo económico devastado por la falta de previsibilidad, sea responsabilidad de otras o de la actual gestión, estimula un incesante y vertiginoso acrecentamiento de la angustia social y promueve un quebranto en los componentes del sistema democrático vigente en nuestra república. Esta situación, generada por las diferencias en la relación entre política y economía, sienta un precedente histórico en el ejercicio de nuestras instituciones, que sin dudas pasarán a conceder una etapa más en la historia general del país, a pesar de que los hombres que hoy las representan sean temporales. Este proceder inadecuado, esta actitud negligente de comprometer los organismos bajo el pretexto de la imposibilidad de un acuerdo nacional por las divergencias políticas, sumerge en la inmundicia los andamios del gobierno, las instituciones y sus partes, pilares organizativos del sistema democrático pleno. No se puede distanciar para la opinión pública el comportamiento de los políticos en sus mandatos, y menos aún el accionar del gobierno debajo de la honra sacra de la República. Debemos entender los ciudadanos de bien, que los hombres y sólo los hombres son los responsables directos del nefasto funcionar organizativo del gobierno y sus implicancias. De los absurdos errores cometidos en la práctica, que de soslayo perpetran el más cruel de los actos en una sociedad republicana. La violación del derecho más elemental: la credibilidad. El espectro publicitario convincente y el mensaje demagogo y absolutista de ciertos funcionarios nacionales se contrapone en forma directa con su comportamiento, embriagando de mentiras a millones de personas que confían en un sistema estricto y solidario, fundado con bases equilibradas y amparadas en la justicia. Pero estos hombres y mujeres que ocupan hoy una responsabilidad extrema, la decisión, se escudan en las instituciones plagiando su verdadera responsabilidad, enlutando su funcionamiento y entorpeciendo el pleno desarrollo. Ningún sistema democrático de gobierno, sólo los totalitarios utilizan la mentira, el sarcasmo y el engaño para lograrse espacios de poder, porque entienden que este método divide, separa, destruye. Resulta oportuno comunicar que el Congreso nacional no es el culpable de lo que nos ocurre, son los congresales, tal vez. Tampoco es el Ministerio de Economía el enemigo social, sino las políticas de los hombres que lo componen. Quizás no sea el presidente responsable de los males que afectan a nuestra Nación, pero sí su convicción de querer sostener su propio honor en medio de la desazón, sin importarle quizás el alto precio a pagar en estas circunstancias. Por último, resulta imprescindible entender que los hombres, sólo los hombres que representan a las instituciones son los únicos responsables del desprestigio, mientras que el verdadero poder yace en manos de la sociedad que espera, y debe hacerlo por el bien general, el momento de castigar con su voto la injuria, la mentira y la falta de respeto por la democracia. (*) Concejal justicialista
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