| | Editorial Crédito que da aire
| Entre los remezones de la crisis, y en medio de las contracciones del complejo parto que padece el polémico recorte de jubilaciones y sueldos, la noticia pasó inadvertida. Inmerecidamente, porque era buena; de esa clase que no abunda en este difícil presente argentino. Pero como suele decirse, al buen entendedor, pocas palabras. Y los que saben leer (que no son tan escasos como suele creerse) comprendieron el alentador mensaje que significaba para la provincia el otorgamiento, por parte del Banco Mundial, de un crédito de los llamados "blandos" por un importante monto: nada menos que trescientos treinta millones de dólares. El objetivo al que se destinará la suma es trascendente, más allá del tecnicismo que lo enmascara, "reestructuración de la deuda comercial de corto plazo". Es que la tasa a la cual el préstamo fue concedido, el cuatro por ciento, resulta inferior a la Libor y permitirá que la provincia rediseñe el perfil de su deuda comercial, que hoy es de corto plazo y a tasas promedio del quince por ciento. A cambio, si es que puede expresárselo de tal manera, el convenio estipula la realización de una reforma modernizadora del Estado provincial, que incluye el ordenamiento fiscal, modificaciones en el sistema tributario, cambios en las conflictivas áreas de salud y educación y, finalmente, la venta de la Empresa Provincial de la Energía (EPE). Como se ve, estas "contraprestaciones" figuran en la carpeta de cualquier dirigente político santafesino que aspire a confrontar con la responsabilidad de gobernar la provincia en mejores condiciones, en un escenario más ágil, sin vinculación con la desgastante burocracia y más predispuesto a generar las situaciones que desemboquen, por fin, en un futuro competitivo. La palabra "eficiencia" es el talismán que se invoca. Pero el mérito político, en este caso, le corresponde en su totalidad a la administración que encabeza Carlos Alberto Reutemann. La oportunidad -ninguna otra puede ser la palabra- que constituye el otorgamiento de este crédito le fue dada a su gobierno. Y la expectativa generalizada es que lo utilice del modo más efectivo, con el ineludible objetivo de limpiar la escena de paralizantes rémoras del pasado, en la búsqueda de un porvenir más dinámico y fructífero. Porque el fenómeno de la globalización podrá o no ser elogiado, pero difícilmente pueda ser negado. Como aplastante realidad que es, debería ser comparado con un poderoso tren que pasa a toda velocidad por una estación secundaria. Habrá que elegir, entonces, entre dejarlo pasar o subirse.
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