De entrada se sabía más y no hizo otra cosa que reafirmarlo. Durante los 90 minutos, Colombia demolió de a poquito la endeble resistencia hondureña. Al cabo, los dueños de casa son merecidos finalistas de la Copa América que organizaron contra y marea, un torneo ciertamente opaco en cuanto a nivel futbolístico (deserción argentina incluida). De entrada nomás, el equipo de Pacho Maturana se plantó con autoridad en el terreno de juego. Basado en la seguridad defensiva, que lo mantiene con el arco invicto en el torneo, comenzó a edificar un triunfo incuestionable. Enfrente estaba el cuco del torneo, el conjunto que se cargó nada más y nada menos que al poderoso Brasil, el que al fin al cabo sólo tenía su enorme fe para repetir el batacazo, su traslado prolijo del balón y sus criteriosos hombres para llevar a cabo el plan dispuesto, que no era más que robarles la pelota a los cafeteros para tratar de progresar aunque fuera tibiamente. Pero Honduras también tenía el conformismo. Propio de un plantel que llegó a la competencia convidado de última y llegó hasta las semifinales. Colombia lo dejó jugar un ratito en el comienzo del complemento, cuando ya la victoria estaba en el bolsillo merced al tempranero gol de Gerardo Bedoya, a los 6 del primer tiempo. Y Guevara y León se animaron y asustaron un poco al seguro Oscar Córdoba. Pero otra vez, Grisales se convirtió en un atacante más, Aristizábal comenzó a manejar mejor los hilos y se formó un cóctel difícil de digerir para el fondo centroamericano. Hasta que llegó el tanto del ahora goleador del torneo, Víctor Aristizábal, y se terminó el partido. De ahí hasta el final sólo hubo que esperar que pasara el tiempo. Colombia está en la final y ahora se las verá con México. Una oportunidad única de levantar por primera vez el trofeo continental.
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