| | Editorial El costo de la política
| Tal como se preveía, los ciudadanos de la ciudad de Córdoba respaldaron con casi el 70 por ciento de los votos la propuesta del gobernador José Manuel de la Sota de reducir la Legislatura provincial eliminando la Cámara de Senadores. Pese a que la consulta era obligatoria y no vinculante, no deja de sorprender el número de personas que asistieron a las urnas para expresarse, más de 1.600.000 sufragantes, es decir, el setenta por ciento del padrón electoral, en una jornada de riguroso frío. Evidentemente, se trata de un acontecimiento donde se logró conjugar la iniciativa política con la demanda de la población, en procura de encontrar una cuota de legitimidad y al mismo tiempo de recuperar transparencia y credibilidad hacia las instituciones políticas. Pero paralelamente, hay que reconocer en el gobernador de la vecina provincia cierta capacidad de anticipación a determinadas tendencias en la opinión pública, frente a la incertidumbre y falta de riesgo que predomina entre los políticos; aunque deba señalarse que la Legislatura mediterránea posee una estructura sobredimensionada como pocas en el país. Tan claro es esto que el propio presidente de la Nación no se demoró en felicitarlo por el resultado de la consulta, poniéndose por encima de los enfrentamientos con el principal referente radical de esa provincia Ramón Mestre. Y es que no hay dudas de que todas aquellas medidas que se tomen para reducir el costo de la política, tanto sea desde un pequeño municipio, donde los concejales suelen renunciar a los sueldos, como en las más altas cámaras legislativas, siempre serán recibidas con beneplácito por la comunidad. Porque está poniendo de manifiesto, más allá de la crisis económica que viene soportando el país, una clara intención de terminar con los privilegios, con gastos que no vuelven en acciones y con la ineficiencia crónica del Estado. Hechos que a menudo mueven a una fuerte indignación y al resentimiento de la credibilidad ciudadana, que luego se corresponden con indiferencia y escepticismo hacia la política. Sería saludable para la democracia argentina que esta conjugación entre representantes y representados, este juego entre las demandas de la gente y las respuestas de los dirigentes, deviniese en una constante y no en la excepción que merece los grandes titulares. En síntesis, el mensaje de los sufragantes de Córdoba fue contundente y el mecanismo de la consulta volvió a demostrar que es una herramienta con valioso provecho ante determinadas coyunturas políticas.
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