| | Reflexiones Independencia de la pobreza
| Jorge Giorgetti (*)
La frialdad de los números entregados recientemente por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) traduce la cotidianeidad caliente de muchos argentinos a los cuales se les ha robado el futuro: 16,4% de desocupados más 14.9% de subocupados a nivel país pegan en la mandíbula con la fuerza de un campeón de peso pesado en boxeo; casi el 31% de la población económicamente activa tiene graves problemas laborales, lo cual nos está llevando al peligroso margen de una sociedad dual. El anuncio de las nuevas medidas económicas salidas del Ministerio de Economía hacen realidad aquel oscuro presagio con la circularidad preocupante de una cruel contradicción: para salir de la recesión y del parate del país aplicamos una inédita suba de impuestos que no hará otra cosa que profundizar la actual crisis coyuntural. En diciembre del año pasado escribí en un artículo que el blindaje amenazaba transformarse en un salvavidas de plomo si no instrumentábamos concomitantemente una política activa de promoción de inversiones productivas acompañada de un mejoramiento real de los parámetros de desarrollo humano; hoy el nuevo paquetazo impositivo termina por hundir las pocas expectativas sociales en pos de una tranquilización de los mercados financieros internacionales, los nuevos "hacedores" del destino de los argentinos. Hay que decirlo con todas las letras, como lo dijo Juan Pablo II y yo tomé prestado como título de mi libro: "La política es la obligación de modificar lo que duele a las sociedades"; y lo que duele hoy es el dolor de tanta gente a la que han talado con desocupación y hambre su coraje. No es el déficit cero la panacea del mejor de los mundos posibles, otra dichosa nueva palabrita salida de esa usina de neologismos en que se ha transformado el Ministerio de Economía; es simplemente otra herramienta más que debe ineludiblemente estar acompañada de una clara política de promoción del crecimiento del mercado interno, de la restitución de la capacidad productiva, y del mejoramiento de los parámetros locales del desarrollo humano. Al ministro Cavallo le costó el cargo la vez anterior por no atender las indicaciones que le había impartido el ex presidente Menem para instrumentar urgentemente políticas productivas para el fortalecimiento del mercado interno y la promoción del empleo; y sería lógico que hoy vuelva a beber de la misma medicina. Parece no haber aprendido que al país no se lo gobierna con déficit cero, sino con pobreza cero. El blindaje, el megacanje, fueron fagocitados por las corridas financieras, las especulaciones y el poco gobierno. Hoy para innovar es hora de plantear las cosas como deben ser, volviendo a lo que conocemos bien: la práctica cotidiana de la justicia social. Por eso creemos que al Pacto de Independencia, que los gobernadores justicialistas rubricaron demostrando madurez política y compromiso social, se lo debiera complementar con el pacto de la independencia de la marginalidad y la pobreza. Porque cuando hablamos de pobreza, pensamos que el pobre es una persona igual a nosotros pero sin plata. No es así. Una persona pobre es pobre en ideas, es pobre en educación, es pobre en amigos, es pobre en introspección, es pobre en retrospección, es pobre en creatividad, es pobre en todo... y, encima, no tiene plata. No se combate a la pobreza con la nueva vedette: el déficit cero; ni tranquilizando a los mercados vía blindaje o megacanje; se la combate con el compromiso y el objetivo político de pobreza cero... o como recién señalé con el pacto que nos falta firmar: el de la independencia de la pobreza. Hay provincias que tienen sus cuentas al día (Santa Cruz, Santa Fe, Córdoba, San Luis) gobernadas por el justicialismo, demostrando que se puede gestionar con eficiencia; ahora bien, no debemos permitir que el árbol nos tape el bosque, ya que por ejemplo la provincia de Santa Fe en el primer gobierno de Carlos Reutemann contrajo un crédito blando a 20 de años con 5 de gracia y al 5% proveniente de Kuwait, y lo utilizó para hacer caminos rurales, escuelas, sistemas de desagües de campos, básicamente infraestructura productiva que sirvió años después para posicionar competitivamente a la provincia en el marco de la competitividad global. Por lo tanto, el endeudamiento puede ser productivo o destructivo; es más, es legítimo endeudarse para el crecimiento económico y el desarrollo humano. El justicialismo tiene recetas para combatir el flagelo de la pobreza, es más, hoy estoy planteando que debemos sancionar a nivel nacional el proyecto de ley anticrisis que presenté en la Legislatura santafesina y con ella caminar hacia el déficit cero en pobreza a través de la constitución de un fondo para el desarrollo de determinados polos productivos regionales; el aporte a un mix de políticas focales y globales de gasto social que apunte a combatir la pobreza estructural (escondida detrás de las frías estadísticas de NBI); de inversión social en capital humano mediante políticas activas de capacitación y reconversión laboral, educación inicial, básica y superior; y de constitución de un soporte infraestructural para economías locales. De poco sirve seguir en la senda fiscalista de la prolijidad presupuestaria si estamos edificando un país sin plantear su futuro. La pulcritud fiscal queda para las empresas y la gestión privada; un país necesita manejarse con criterios de justicia y ética social que contemple a sus ciudadanos como personas y no como meros datos a ajustar para equilibrar las cuentas. Este es el desafío actual para aquellos que creímos y creemos que la política es la renovada apuesta por construir una realidad mejor, una realidad diferente. (*) Diputado provincial del PJ
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