Laura Vilche
El repudio a las medidas económicas anunciadas por el gobierno nacional no impidió que la gente expresara su descontento por el último paro convocado por la dirigencia sindical. El politólogo José Nun analizó con La Capital esa doble reacción que empieza a repetirse ante cada ajuste que intenta implementarse. Al igual que tantos otros, admitió sentirse defraudado con la gestión de Fernando de la Rúa -a quien votó en las últimas elecciones presidenciales- y advirtió: "Del desencanto de la gente a la violencia hay un camino corto. Peligra la democracia". Nun afirmó que está sorprendido de que la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, "se escandalice porque la dirigencia sindical le hizo seis paros a De la Rúa y, por el contrario, no diga que el gobierno hizo siete ajustes en menos de dos años". -¿Por qué cree que la gente repudia el plan económico pero, a la vez, critica las medidas de fuerza convocadas por la actual clase sindical? -No se puede hablar del descontento de la gente sin analizar las medidas que provocaron el último paro. Fueron tomadas por un presidente que no cuenta con el apoyo de su partido ni con el de la Alianza, y que tiene una pobre imagen. Además, está acompañado por un ministro de Economía que sacó el 9% de los votos en el 99, alguien que luego pidió plenos poderes, lo que implica poder garantizar el pago de la deuda externa. Ese es el núcleo de estas últimas medidas, se trata del mismo perro pero con distinto collar. Bajo la bandera del déficit cero se está planteando que se flexibilicen todas la erogaciones del Estado, menos el pago de la deuda externa. Vale decir que hay un acreedor privilegiado que es el que cobra en primer lugar. -Como en una convocatoria de acreedores... -Claro, con la diferencia de que allí, o en la quiebra, los acreedores privilegiados son los trabajadores. Aquí es al revés. Entonces se les pagará primero a ellos y, como lo que va a quedar no va a alcanzar para pagar a todos los demás, se rebajarán los salarios a los estatales, no se pagará a los proveedores del estado y se disminuirán las jubilaciones y pensiones. -Usted habla de un juego perverso de la política. ¿Cree que la salida de la crisis sigue siendo política? -Es esencial que siga siendo política, pero hay que ponerle gran dosis de imaginación e inventiva. Hay que crear múltiples centros donde explicarle a la gente qué sucede. Estoy convencido de que en este momento la Argentina no tiene una salida que no sea penosa. Estamos enfermos gracias a lo que nos ha hecho la política neoliberal en los últimos 25 años: Argentina no ha crecido nada, los ricos se han vuelto más ricos y los pobres más pobres. La convalecencia va a ser larga y para salir de ella la gente debe entender y participar del diseño de la cosa pública, debe involucrase fuertemente e impedir que, como pasó hasta ahora, un grupito que no representa a casi nadie esté tomando medidas que definen el futuro del país. -¿Se podrá castigar a ese "grupito" en las próximas elecciones? -Va a depender mucho de que no haya claudicaciones por parte de los sectores más progresistas frente a las medidas del gobierno. Me refiero al alfonsinismo, al frepasismo, a la gente del movimiento que lidera (Elisa) Lilita Carrió y a los de Alicia Castro. Si hay una unidad que se mantiene sin claudicaciones se va a tener una alternativa, no digo de izquierda pero sí algo más progresista. De lo contrario, quedará en pie sólo una derecha recalcitrante. -¿No cree que hay gente cansada también de esos sectores y que puede decidir, por ejemplo, no votar? -Eso va a ocurrir porque la gente padece de cansancio y desencanto. El voto vale muy poco cuando un día se promete una cosa y al día siguiente se hace otra. Al desencanto hay que canalizarlo positivamente porque de allí a la violencia hay una muy corta distancia. -¿Peligra la democracia? -Absolutamente. La democracia cuesta plata, no hay derecho que no cueste plata. Si usted quiere que sus hijos gocen del derecho de aprender, tiene que destinar presupuesto para que haya buenas escuelas, colegios y universidades. El presupuesto es una parte esencial de la democracia y si se decide que vale más pagarle a los acreedores externos que alimentar, curar y educar a los chicos argentinos, se está liquidando la libertad de esos chicos y de sus padres.
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