| | Moria Casán y los peligros de jugar con fuego
| Ricardo Luque
El escándalo vende. Si no fuera así no existirían las revistas del corazón, los programas de chismes, Silvia Süller, ni Lucho Avilés y su corte de discípulos sedienta de sangre de estrellas del mundo del espectáculo. Tampoco, ahora quedó bien claro, Moria Casán. Víctima de su propia ansiedad se dio el gusto de derrumbar de un golpe el castillo de naipes que pacientemente había construido a lo largo de su carrera. Y lo hizo sin siquiera inquietarse. Porque el enojo con el que enfrentó a Luis Vadalá en el programa de Susana Giménez fue impostado. Una jugada calculada con precisión de relojero suizo. Moria desde que es Moria, y de eso ya hace varios años, cultiva una imagen ambigua. Su inteligencia le permitió darse cuenta a tiempo de que si se aferraba a las lentejuelas y las plumas sus días en el mundo del espectáculo estaban contados, y se permitió cambiar. Primero probó con el cine, después con la televisión, siempre aprovechando la necesidad de los capocómicos de contar con partenaires jóvenes y atractivas. Pasó un tiempo hasta que se animó a volar sola, pero cuando lo hizo buscó llegar alto, tanto como fuera posible. En ese plan, su gran acierto fue "Brujas", la obra teatral en la que se atrevió a compartir cartel con actrices de primer nivel como Graciela Dufau, Nora Cárpena y Thelma Biral. Aunque no fue el único, porque en su búsqueda a tientas de nuevos horizontes encontró una cantera inagotable: la política, y supo cómo aprovecharla. "A la cama con Moria" la ubicó como una interlocutora válida de la clase dirigente, algo inimaginable cuando era la reina de la revista porteña. Codearse con los números uno la hizo creer que ella misma lo era, pero se equivocó. Su fallido intento de emular a la diva de los teléfonos la bajó a tierra de un cachetazo y para volver a la cima no se le ocurrió mejor idea que jugar el juego que mejor juegan las de su clase: el escándalo. Pero al hacerlo no midió los riesgos y terminó quemándose en la hoguera de las vanidades que ella misma había encendido. ¿Ahora, cuando vea una vaca, llorará?
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