Año CXXXIV
 Nº 49.178
Rosario,
domingo  15 de
julio de 2001
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Mercados
Los inversores castigan a la Argentina en forma exagerada
No hay dudas sobre la economía del país sino sobre la clase política. El ajuste es una buena señal

Salvador Di Stefano

Una nueva crisis en el gobierno, un nuevo plan de ajuste, mala recepción por los mercados internacionales, otra vez no hay confianza, nuevas bajas en acciones y bonos, pérdidas masivas en el mercado.
Este ciclo ruinoso nos viene persiguiendo desde octubre de 2000, cuando el por entonces vicepresidente de la Nación, Carlos Alvarez renunciaba a su cargo, y daba inicio a una crisis política que aún persiste.
El presidente de la Nación es el más débil de la historia política argentina. Llegó al poder de la mano de una coalición gobernante que hoy desapareció, no controla el Congreso y menos aún su partido. Pero esto no es lo peor, le resulta imposible amalgamar voluntades tan disímiles para encolumnarlas tras un objetivo común.
El miércoles pasado el ministro de Economía declaró la convocatoria del Estado argentino: sólo afrontará las erogaciones que le permitan sus ingresos, el resto se pagará tarde, lejos o nunca.
Una medida de esta magnitud acelera las contradicciones entre el gobierno nacional y el grupo de dirigentes que en el pasado dieron sustento a la alianza que un día llego al poder.
En el exterior no dudan de las bondades de la economía argentina, en cambio sí lo hacen de quienes conducen el país. Ya no creen en los anuncios, desean ver hechos concretos. El déficit cero fue sólo un anuncio. Ahora viene lo peor, auguran por lo bajo.
En realidad, lo que está aconteciendo en el mercado es inédito. Es la primera vez en la historia económica argentina, que el gobierno dice que cuenta con recursos escasos para enfrentar demandas crecientes, y que sólo pagará en tiempo y forma los intereses de la deuda, para mantener el crédito del sector privado; mientras que el resto de los actores económicos deberán someterse a las reglas del juego. ¿Cuáles? Nadie sabe, es un país en convocatoria, llévese lo que le den, el resto algún día podrá cobrarlo.
En este escenario el riesgo país voló por los aires, ese indicador que nunca descansa y que está las 24 horas despierto, mostrando en forma permanente, delante de nuestras propias narices, que Argentina es un país altamente riesgoso.
Los bonos domésticos no tienen precio, nadie compra y tampoco vende. En estos niveles, quien se desprenda de estos títulos deberá asumir una fuerte pérdida, que será difícil de recuperar en función de la brusca caída en la paridad de los títulos.
El Bonte 2002 muestra un rendimiento del 43% anual, tasa exorbitante para un título al que le faltan sólo 297 días para que expire su vencimiento. Los bonos con vencimiento entre los años 2003 y 2005 muestran rendimientos que van entre el 30% y 25% anual. Más allá del año 2006, los rendimientos se ubican en torno del 20% anual. Dibujando en la imaginación una curva de rendimiento, se notaría que en el año 2002 el rendimiento es mucho más elevado que en el año 2031, con una pendiente negativa. Esto indica que el país es mucho más riesgoso en el año 2002, que en el 2027.
Las paridades de los títulos, cuyo vencimiento opera más allá del año 2008, no superan el 60%. Por ende, parecería que habría operado una quita automática del 40% para la semana que termina. Esto generó un efecto pobreza entre los tenedores de bonos, que difícilmente quieran reinvertir en títulos que están altamente devaluados en el mercado.
La Bolsa volvió a mostrar un naufragio peor que en el efecto tequila, el índice Merval cotizó el jueves por debajo de los 300 puntos, y todo fue como un volver al pasado, las cotizaciones eran muy similares a las que se advertían en el año 1991.
Si de comparaciones se trata, los bonos domésticos se ubicaron en niveles muy similares al año 1995, y la Bolsa al año 1991. Evidentemente, los inversores estaban descontando algo más que problemas en el programa económico del gobierno. Muchos empezaron a sospechar en la posibilidad del no pago de la deuda.
Es así que todas las calificadoras de riesgo le bajaron la nota a Argentina y los inversores internacionales vendían a pérdida sus tenencias. El país dejaba atrás a Ecuador en el ránking de riesgo país, y ahora está peleando mano a mano el primer puesto con Nigeria.
Parecería que Argentina está recibiendo un castigo exagerado, los números indican que sólo necesita conseguir en el mercado 4.200 millones de dólares para cubrir las necesidades de financiamiento para el año 2001, y que esta suma ya estaba acordada con inversores institucionales.
Parece poco probable que el gobierno no pueda conseguir 4.200 millones de dólares para pagar los servicios de la deuda. Por ese monto no se compromete la salud financiera de un país, que pueda arrastrar a un gran número de países emergentes, para terminar en una crisis financiera global.
En conclusión, los precios de los activos financieros argentinos están a precios exageradamente bajos, producto de que los inversores desconfían de la Argentina, sospechando que no pagarán la deuda.
El gobierno sabe que es preferible un ajuste fuerte en el gasto público antes que no pagar la deuda pública. Una medida de este tipo sería como retroceder 20 años.
Hay lugar para ser optimista de cara al futuro, es la primera vez que asumimos con crudeza la realidad. Es hora de que la clase política se ponga a la altura de las circunstancias, y realice el ajuste, que el sector privado hizo hace mucho tiempo atrás.


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