La Argentina vive otro fin de semana salvaje. La diáspora aliancista, la falta de liderazgo presidencial y el incontrolable desenfreno de los mercados constituyen un cóctel explosivo para un gobierno ensimismado y errático. El libro negro de Domingo Cavallo está escrito con las mismas palabras que marcaron a fuego la última década en la Argentina: ajuste, recorte salarial y recesión. Quienes se entusiasmaron con la pátina heterodoxa de Cavallo, comprobaron ahora que aquella visión constituyó, apenas, la primera versión de la historia.
La imagen tupacamarizada de la Argentina se renueva día a día: el presidente Fernando de la Rúa enfrentado con la Unión Cívica Radical; el plan de Cavallo bendecido por los organismos internacionales, pero atacado sin piedad desde el mismo riñón del oficialismo; Alfonsín intentando dar señales de unidad convocando a una conferencia de prensa de trasnoche en Olivos, aunque señalando durante su desarrollo que está elaborando otras medidas que convertirían en cenizas al paquete presentado el miércoles pasado.
La instantánea del ministro de Economía rodeado por un centenar de trabajadores desocupados en una iglesia de La Recoleta completó la escena de un sábado en el que el país pareció haber quedado en un peligrosísimo stand by.
Hábilmente, los gobernadores justicialistas, imprescindibles a la hora de sacar del pantano al Ejecutivo nacional, decidieron correrse del centro de la escena. "¿Para qué vamos a pelearnos con los oficialistas si se están matando entre ellos?", se justifican Carlos Reutemann, Carlos Ruckauf y José Manuel de la Sota cada vez que deciden comunicarse.
La Capital publicó el viernes una información que nadie desmintió pero que, fundamentalmente, demuestra el estado de necesidad y urgencia en el que se encuentra la administración delarruista. Fuentes irreprochables del gobierno santafesino revelaron a este diario que desde el Ejecutivo nacional sondearon a Reutemann sobre la posible integración de dirigentes peronistas al gabinete. Lo propio hicieron con Ruckauf y De la Sota.
La necesidad de tejer un acuerdo inmediato con quienes tienen hoy el poder real dentro del justicialismo choca, sin embargo, con las disímiles estrategias y necesidades de los gobernadores. Ruckauf, primero en las encuestas pero con un déficit en su provincia que se transformará en una pesada mochila hasta el 2003, nunca pudo ocultar que para él la cuestión de las elecciones anticipadas no es ninguna pesadilla. Para Reutemann y De la Sota (créditos mediante del Banco Mundial) una caída inminente de De la Rúa implicaría la frustración del sueño presidencial.
Minas que explotan
Pero, por una vez, un gobierno nacional deberá abstenerse de culpar a la oposición de ponerle zancadillas en el camino hacia la recuperación de la Argentina. A la Alianza le explotan las minas que dejó la década menemista, pero es incapaz, siquiera, de homogeneizar un breviario de señales que marquen un rumbo posible.
Con el ministro de Economía encerrado en una iglesia, el presidente en su mutismo y los sectores sociales en virtual estado de asamblea, el país parece revivir aquellos días en los que Ricardo López Murphy esbozó su tijera gigante. Más allá del diagnóstico, la pregunta clave pasa por saber quién sacará a la Argentina de la encrucijada. Nada será posible si el gobierno se mantiene en el desgobierno y si la Alianza no deja de lado su eterna interna de todos contra todos.
Aunque los gobernadores posen la semana próxima para la foto y muestren el mejor rostro de ocasión, la realidad seguirá siendo inmodificable si no hay señales que marquen un horizonte distinto en materia de política social. Quedó demasiado claro que la pregunta que se formulaba De la Rúa durante la campaña presidencial sigue sin tener respuesta. Nadie quiere seguir con esto.