Selvas de Colombia. - Janie no está segura de haber matado a un hombre. Tan sólo tiene 20 años y le gusta arreglarse y verse linda, pero no se separa de su arma y sabe cómo usarla. Tuvo su primera y única aproximación al combate cuando atacó, junto con otros guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), un destacamento de las fuerzas de seguridad. Sin embargo, no sabe si hirió a alguien porque estaba oscuro. "Estuve en un asalto y fue muy bien", admitió en un campamento para 500 rebeldes en medio de una zona desmilitarizada al sur de Colombia, cuyo control está en manos de las izquierdistas Farc, que cuenta con 17.000 combatientes.
Janie ha estado durante dos años en las Farc. Es colombiana, creció en el seno de una familia campesina pobre y de niña veía a los guerrilleros, armados pero sin dinero y sin mucho qué hacer, patrullando las sucias calles de su pueblo. Ahora está en el grupo rebelde para toda su vida, pues las Farc no permiten deserciones sin importar el tiempo de servicio. Si alguien deserta, se les impone la pena de muerte. Interrogada sobre cómo se sentía desde que se transformó en guerrillera, Janie respondió: "Bien". Se trata de "luchar hasta el fin de la revolución o hasta que nos maten".Liderada por el legendario Manuel Marulanda alias "Tirofijo", un astuto campesino que ha pasado la mayoría de sus 71 años recolectando los espíritus rebeldes de labriegos en las montañas y las selvas colombianas, las Farc se han consolidado como la fuerza insurgente más poderosa del continente. En 1964, Marulanda logró sobrevivir a un grupo de 20.000 soldados que, apoyados con helicópteros y fuerzas estadounidenses, atacaron Marquetalia, un pueblo comunista de 1.000 habitantes, cuna de las Farc.
Hoy, la cara curtida de "Tirofijo", quien siempre porta una toalla sobre sus hombros para contrarrestar el sudor, lidera una organización que está en el punto más alto de su historia. El presidente Andrés Pastrana cedió a las Farc el control de una zona desmilitarizada en el sur del país de 42.000 kilómetros cuadrados, dos veces el tamaño de El Salvador, para desarrollar los diálogos de paz, iniciados en enero de 1999.
¿Quieren la paz?
A pesar de que las Farc liberaron en junio a 359 militares y policías secuestrados, el proceso de paz ha sido lento e incapaz de detener los combates en una guerra de 37 años que dejó 40.000 muertos, la mayoría civiles, en el último decenio. Es más, tras la liberación de los secuestrados y el consiguiente golpe publicitario, los insurgentes anunciaron un incremento de la actividad bélica.
El comandante militar de los rebeldes, conocido con el alias de "El Mono Jojoy", aseguró que las Farc se concentrarán ahora en el secuestro de ministros y jueces porque su injerencia política es superior a la de cualquier uniformado. Pastrana espera concluir su mandato en agosto de 2002 habiendo realizado sólidos acuerdos de paz, entre ellos, el cese al fuego. Sin embargo, las Farc dicen que el gobierno debe desarrollar grandes reformas sociales antes de considerar que la organización se decida a deponer las armas.
Aunque aceptan ciertas formas de propiedad privada, las Farc abogan por una mayor equidad y una reforma agraria en un país donde la división entre ricos y pobres es abismal. Sin embargo, los militares acusan a los rebeldes de haber cambiado sus ideales políticos por el negocio del narcotráfico y el secuestro de personas para su financiamiento.
Asimismo, las organizaciones de derechos humanos los acusan de realizar juicios sumarios y "ejecuciones" extrajudiciales. Los rebeldes parecen estar dedicados a expandir su ideología, la cual se respira a todo lo largo del enclave desmilitarizado del sur del país al que Reuters tuvo acceso recientemente. Con terrenos para entrenamiento militar, campamentos al aire libre con capacidad para albergar hasta 500 guerrilleros e incluso un rústico consultorio odontológico, el lugar parece ser un estado dentro de otro más grande, algo deseado por los rebeldes, muchos de los cuales nunca han estado en una ciudad.
En sus paseos por la selva, los rebeldes portan armas de grueso calibre y visten uniformes de camuflaje o camisetas con el rostro de Ernesto "Che" Guevara estampado. En un tiempo en que los movimientos revolucionarias de los años 60 y 70 practicamente desaparecieron de América latina, la existencia misma de la base parece algo anacrónico.
La opinión pública en contra
Pero aunque los sondeos de opinión muestran que las Farc tienen un mínimo apoyo popular, el campo colombiano, abandonado y pobre, todavía le provee reclutas. Los rebeldes, incluyendo a Marulanda, cambian sus identidades no sólo por razones de seguridad, sino porque esta práctica es una forma más de crear una conciencia común dentro de un compromiso colectivo.
Sobrevivir en la selva es duro. Los rebeldes duermen en tablas de maderas cubiertas de hojas de palma. Los guerrilleros de las Farc comienzan su día a las 4,20 de la madrugada. La comida es monótona y basada en carbohidratos: un plato típico es arroz y espagueti con unas rodajas de salame, junto con un café negro preparado con las turbias aguas del río.
Todo es compartido, sin importar el sexo. Hombres y mujeres se bañan juntos en el río en ropa interior y usan las mismas letrinas. Deben pedir permiso a sus comandantes para entablar una relación sexual con alguno de sus camaradas y está prohibido que las guerrilleras tengan hijos. "Nosotros tenemos unos reglamentos, unos lineamientos que son los que nos indican qué debemos y qué no debemos hacer. Entonces ahí indica que no se puede tener familia y constantamente estamos planificando para no caer en esos errores", admitió Janie.