Manuel García Ferré nació hace más de 70 años en Almería, en el corazón de Andalucía. Cuando era apenas un adolescente desembarcó en las promisorias tierras argentinas. De aquella época guarda recuerdos y una pronunciación castiza. Al niño Manuel García Ferré, a quien muchos apodan el “Walt Disney argentino”, le gustaba dibujar y fue su madre quien le enseñó los primeros trazos. Cuando cumplió 17 años se embarcó hacia el Nuevo Mundo, pero en mas de un sentido. Llegó a la Argentina con sus dibujos bajo el brazo y una idea fija: entrar en la industria de la publicidad. Constancio Vigil, fundador de editorial Atlántida, le abrió las puertas al primer personaje de su vida: Pío Pío, un pollito ingenuo y aventurero. Después vendrían los demás, todos hijos de su imaginación y ese deseo de borrar las huellas que la guerra Civil Española grabó con fuerza en su infancia, según le gusta confesar al dibujante. García Ferré siempre fue un convencido de que, con el humor, se pueden decir muchas verdades y, por eso, sus personajes encuentran en los tangos, los refranes y los dichos populares las respuestas a todos los problemas. “Busco prototipos de seres humanos, con los que uno pueda tropezar en cualquier esquina”, es su lema estético. El mismo confiesa haber volcado en sus dibujos muchas vivencias de su adolescencia , cuando se codeaba con intelectuales , poetas y artistas de toda laya en los cafés de Almería. Entre sus personajes más conocidos se encuentran Pucho, Serrucho, Hijitus, Neurus, Cachavacha, Anteojito y Antifaz y muchos otros.
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