| | El cazador oculto El viejo truco del eterno regreso
| Ricardo Luque
En el mundo del espectáculo ya no hay despedidas tristes. Hubo un tiempo en que las hubo, pero la experiencia, esa mala consejera, demostró que el adiós de un artista tiene menos valor que las promesas de los políticos. Y no es raro que así sea, tantos y tantas veces han dicho "me voy para no volver" y después, sin explicación alguna, han hecho todo lo contrario, que su credibilidad ha quedado cuanto menos malherida. Del mítico "Adiós Sui Generis", que cerró con un solo de minimoog un capítulo de la historia de los argentinos, quedan sólo cenizas. Nadie, en su sano juicio, es hoy capaz de sentir la congoja, un poco delirante, un poco irresponsable, con que se vivió aquel final. Sucedió cuando Soda Stereo decidió dejar atrás sus años de gloria y gel con un recital multitudinario en River Plate. Fue una noche intensa, en la que el pop de los ochenta disfrutó su último fulgor, pero nadie sufrió, ni un poquito. Es más, al abandonar el estadio los fans gaseosos se saludaban con un irónico "hasta la vuelta". Su esperanza se fundaba, sin ir más lejos, en el forzado y exitoso regreso que habían protagonizado poco tiempo antes los Seru Giran. La tendencia, está claro, no es privativa del ambiente del rock. Pasa en el cine, donde las secuelas, precuelas y toda una batería de artilugios más o menos creativos garantizan que, siempre y cuando sea redituable, toda historia sea interminable; también en el teatro, donde cada vez que se anuncia la última función de una obra no hay dudas de que permanecerá en cartel varias semanas más "a pedido del público". El paradigma de la situación es rosarino y tiene nombre y apellido: Piripincho Rigatuzzo. El personaje fue sepultado el año pasado con pompa y lágrimas por su álter ego y mentor, Héctor Ansaldi. Hubo una despedida a toda orquesta en el Anfiteatro Municipal, y no fue solitaria ni triste ni mucho menos final. Porque el niñito pelilargo y dientudo que dicen que hizo reír a varias generaciones de rosarinos vuelve a la carga estas vacaciones de invierno. Después de haber dicho que se iba para siempre. ¡Qué salame de Milán!
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