| | cartas El consorcio no entiende al jubilado
| Alberto tiene 72 años y es viudo. Se jubiló como bancario. Su vida no es, del todo, placentera. A su "pesada" situación económica, no diferente a la de millones de argentinos, debe sumarle el "pesado" lavado de su ropa. Su espalda sufriría menos si los lavaderos, que existen en su terraza, se habilitaran. Pero las disposiciones autoritarias y anacrónicas en el edificio donde vive lo perjudican. Una infranqueable puerta, con llave y un enorme candado, le impide el paso hacia los piletones construidos, en principio, para tal fin. El peregrinaje de Alberto cuando lava su ropa no es exclusividad suya: a otros señores y señoras mayores, y no tanto, les ocurre lo mismo. Cabe preguntarse: ¿en beneficio común de "quiénes", el lavadero no puede utilizarse?, ¿qué clase de decisión "divina" toman los integrantes del consejo de administración para que esto suceda? En el caso expuesto esta disposición puede ser legítima pero no es acertada. Ya se sabe que lo "legítimo" puede resultar "injusto" y, como en "ese edificio, hasta autoritario". Daniel Marocco
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