| | Editorial Astiz: ¿fin de la impunidad?
| El ex capitán de la Marina Argentina Alfredo Astiz está cerrando por estos días una etapa de su vida: el fin de su impunidad. La Justicia italiana lo incrimina penalmente por su actividad represiva durante la última dictadura militar que soportó el país entre 1976 y 1983. Es que para el resto del mundo hay delitos imprescriptibles que nunca son pasibles de indultos. Astiz, detenido desde anteanoche, es considerado en el mundo entero como el símbolo de la barbarie argentina. Este ex capitán de la Armada deshonró su uniforme al cometer una serie de crímenes por los que fue sentenciado en ausencia en Francia pero perdonado en la Argentina por distintas leyes. Se lo consideró culpable en el país europeo de haber secuestrado y hecho desaparecer a dos religiosas francesas en Buenos Aires. Por esta causa Astiz no puede salir del país porque de inmediato sería detenido y puesto a disposición de los tribunales galos que lo requieren para que cumpla la pena de prisión perpetua a la que fue sentenciado. También lo busca la justicia sueca por la desaparición de una joven de esa nacionalidad y ahora un fiscal italiano pide su extradición por el secuestro de tres ciudadanos italos-argentinos, una de ellas embarazada en el momento de su detención ilegal. En medio de un país que sufre una gran depresión económica y donde los problemas sociales son innumerables, que Astiz tenga que responder a la Justicia por gravísimas acusaciones es un soplo de aire puro que oxigena la democracia argentina y latinoamericana. La certeza de que crímenes de lesa humanidad son finalmente castigados es un reaseguro para que la tragedia no vuelva a repetirse y, además, un testimonio para las nuevas generaciones que por suerte no tuvieron que vivir el horror de una Argentina donde el Estado se había convertido en terrorista con la excusa de combatir a otros terroristas que también sembraron con violencia demencial la vida del país. Justicia y memoria son dos factores clave de la vida de una Nación que presume de ser civilizada. Por estos días acaba de finalizar en Rosario una muestra sobre la vida de Ana Frank, la adolescente judía-alemana que escribió su mundialmente famoso diario mientras se escondía de las garras del nazismo. Esa historia ya tiene más de medio siglo y sigue tan vigente como la de nuestro país. Y nunca terminará de contarse porque la barbarie europea que aniquiló a millones de seres humanos por su sola condición de ser judíos, gitanos, enfermos mentales, polacos, rusos y otros considerados inferiores trasciende al tiempo. Esta, la criolla, está lejos de poder ser cerrada porque aún hay cientos de jóvenes que no conocen su verdadera identidad y porque sus apropiadores aún no han recibido el castigo que merecen. Con la detención de Astiz y su probable extradición quizá comience a recorrerse el camino que termine definitivamente con la impunidad.
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