| | Editorial Una visión desde afuera
| Muchas veces, la lectura que sobre sí mismas hacen una persona o una comunidad puede ser más cruel que si la mirada fuera arrojada desde otra parte. Esa es la primera reflexión que surgió en muchos después de leer los conceptos que acerca de Rosario emitió en diálogo con este diario el especialista barcelonés en comunicación Toni Puig, que pasó por la ciudad para dar un seminario en el Centro Cultural Parque de España. Muchas de las cosas que dijo el hombre que en pleno franquismo fundó la legendaria revista "Ajoblanco" merecen ser escuchadas -y pensadas- con atención. Entre ellas, esa frase en que aseveró que los rosarinos deben reflexionar sobre "qué ciudad quieren para el presente y para el futuro. Primero deben comprender en qué tipo de ciudad están viviendo y luego todos, asociaciones, empresas y administraciones, compartir un sueño. Este sueño es la cultura". El mismo definió la anterior idea como "poética y complicada a la vez". Y algo de cierto hay en ello: sin dudas, es tan poética y complicada como su misma expresión escrita. Pero acaso resultaría mucho más sencilla si, en lugar de ser verbalizada, fuera puesta en práctica a partir de un motor ausente hace largo tiempo en la Argentina: eso que se da en llamar ilusión colectiva. Sucede que varias de las virtudes que el intelectual catalán vislumbró en Rosario son ignoradas o virtualmente despreciadas por sus propios habitantes. El justificado mal humor reinante en el país se extiende a esta castigada zona y en no pocas ocasiones obra a la manera de otro palo que se mete entre las ruedas. No existe otro modo de salir de las crisis que a partir de una actitud constructiva. De allí que las palabras de Puig adquieran trascendencia: en ellas se traslucen muchas virtudes y potencialidades de la ciudad, a la cual él ve como "ideal para vivir". ¿Tendrá que ver eso con su tamaño, ese que le permite gozar de muchas de las características de una metrópolis sin perder por eso su escala humana, la misma que ayuda a que al caminar por las calles sea aún posible saludar a conocidos y hasta encontrarse con amigos? ¿O acaso con la sensacional proximidad de un entorno natural maravilloso, que incluye un río que los europeos no pueden contemplar sin deslumbrarse? Todo eso, claro; y tanto más. Pero no son muchos, lamentablemente, quienes perciben las ventajas. A veces, parecen ser mayoría los que optan por el rezongo y sueñan con el exilio. "Hay que ser inquieto -dijo Puig-. No se puede esperar que todo te lo hagan porque te vas a pasar la vida quejándote. En Barcelona decimos «móntatelo», quiere decir que lo hagas tú mismo. No lo pidas". Y cuánta razón tiene.
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