Entre bambalinas, el panorama es bien distinto al que se observa en la sala de El Círculo. Quien logra llegar a la antesala de los camarines descubre a Juan José Camero, caminando entre cables y cajones a la espera de sus salidas a escena. Lo mismo sucede con Matías Santoiani que concretó su debut en el teatro con este espectáculo. El camarín de Sandro es una especie de búnker que le brinda privacidad antes y después de cada show. Cuando fue visitado por Escenario, el artista se mostró en su plenitud y fue imposible ver a los médicos que algunas revistas señalan como inseparables del cantante. El Gitano habla mirando a los ojos y tiene una ocurrencia siempre a mano. Una bata verde y un par de finas botas constituyen todo su vestuario. El rostro, con patillas a la moda de los 70, y rastros del maquillaje de la escena se muestra sereno. Sólo algunas inspiraciones tras cada párrafo delatan algo de cansancio luego de dos horas de show. Después de una charla en tono campechano Sandro demuele cualquier atisbo de prejuicio con su saludo: "Un gusto conocerte y estoy a tu disposición".
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