Osvaldo Guzmán se las ingenió para sacarle el jugo a un robo que cometió el 27 de mayo de 1998: primero asaltó a un remisero y después le quiso vender el botín. Lo que esa tarde le quitó a punta de pistola quiso reintegrárselo a la noche a cambio de 100 pesos. Llamó al chofer y fijó día, hora y lugar para efectuar la transacción. Pero no cumplió el pacto: volvió a asaltarlo. Así ocurrió según un fallo del juez de Sentencia Nº 3, Luis Giraudo, quien lo condenó a ocho años de prisión por este y otros asaltos que lo tuvieron como protagonista.
Guzmán, apodado Baldi, de 22 años, tenía además una condena en suspenso que se volvió efectiva porque volvió a delinquir ocho veces. Todos fueron robos menores y algunos ni siquiera llegaron a concretarse. En varias oportunidades la policía lo atrapó en plena acción y en otras las víctimas lo reconocieron en álbumes policiales.
El asalto al remisero ocurrió a las 17.30 del 27 de mayo de 1997. Guzmán interceptó al chofer Enrique Amalio Pascuali en avenida Circunvalación entre Ayolas y las vías del ferrocarril. Armado con un revólver y en compañía de otros tres cómplices le robó el reloj, el estéreo, 50 pesos, dos handys y un bolso con documentación.
Contacto telefónico
Cuando el chofer daba todo por perdido, el ladrón llamó a la remisería donde trabajaba y le hizo una oferta: reintegrarle su documentación (cédula verde, registro de conducir, papeles del seguro, DNI y agenda personal) previo pago de 100 pesos. Esa noche, en Grandoli y Gaboto, los asaltantes le devolvieron el bolso vacío a cambio de 20 pesos. El resto -prometieron- se lo darían al día siguiente, a las 13, en el mismo lugar.
La víctima fue a la cita acompañada por dos colegas. Pero apenas bajaron del auto fueron asaltados por los delincuentes, que se apropiaron de un handy y un par de lentes. Luego los remiseros hicieron la denuncia y en un álbum policial reconocieron a Guzmán, quien terminó condenado por la estafa y los dos robos.
En el mismo fallo -que fue apelado por la defensa- lo sentenciaron por otros seis asaltos. El primero ocurrió 4 de agosto de 1997. Guzmán ingresó a un kiosco situado en una precaria vivienda de Ayolas y Acceso Sur y lo atraparon cuando se apoderaba de un magro botín: dos pesos.
Veinte días después quiso robar un puesto de diarios de Grandoli y Ayolas pero lo sorprendió la policía mientras hacía vanos esfuerzos por violentar el candado del local. La misma suerte corrió el 6 de noviembre del mismo año, cuando lo apresaron robando herramientas de un galpón de la Prefectura Naval. Luego dos chicas a las que asaltó en la calle reconocieron su foto en una comisaría. Y en el último hecho, del 14 de agosto de 1998, terminó preso por sustraer un cajón de mandarinas.