Vivimos inmersos en una epidemia de consumo de drogas. El 10% de la población adulta (en algunos enclaves urbanos llega a más del 20%) ha tomado contacto con alguna sustancia. El 4% son menores de 15 años.
Esta situación trae un sinnúmero de consecuencias: aumento de la delictividad global y de las patologías mentales causadas por el abuso de sustancias que impactan al sistema nervioso, además del incremento de la accidentología y de las enfermedades infectocontagiosas.
La epidemia se potencia desde varias fuentes. Por un lado, existen grupos o personas más vulnerables frente a este drama, como los niños y adolescentes provenientes de familias desorganizadas. Otra fuente es la oferta impune de drogas que se transforma en sobreoferta a través de una multitud de "dealers" o "punteros" que desde distintos centros estimulan el consumo de sustancias prohibidas abaratando progresivamente los precios. En este caso se comprueba una vieja ley económica: el exceso de oferta potencia la demanda.
Y se agrega un tercer elemento que estimula el mencionado "apetito" de drogas: la aceptación social del consumo. Esto resulta hoy más importante que la vulnerabilidad y la sobreoferta. La aceptación requiere de un trabajo sobre la opinión pública y la comunicación, que parte de la minimización de los daños y riesgos de la adicción a las drogas.
La noción de daño es atacada frontalmente y se banalizan las consecuencias. Esto opera no sólo sobre la población vulnerable, especialmente los jóvenes, sino sobre los educadores en general, entre ellos, padres, profesores, políticos y comunicadores. De esa manera se promociona una química inocua del placer.
Actualmente el problema del consumo de marihuana en la Argentina está en debate y crecen los movimientos para generar su aceptación social.
Daños sistémicos
Esta droga es categorizada como alucinógena y compromete las funciones psíquicas, produciendo alucinaciones y/o ilusiones en bajas dosis (un cigarrillo). Tiene dos características típicas: genera dependencia (necesidad compulsiva de ingerirla más allá de los trastornos emocionales, laborales, sociales y familiares que ocasiona) y tolerancia (aumento de la dosis para conseguir los mismos efectos).
Al depositarse en los tejidos grasos del organismo, se metaboliza más lentamente y su eliminación puede durar meses, generando efectos retardados aún sin consumirla. Prácticamente no hay ningún sistema orgánico sobre el cual no genere daño: al sistema cardiovascular (estrés cardíaco con amenaza para hipertensos y accidentes cerebro-vasculares); respiratorio (la elevada cantidad de monóxido de carbono y alquitrán habilita para un cáncer del tracto respiratorio y un deterioro de la función pulmonar con mayor riesgo de cáncer); sobre la reproducción (producción de menor cantidad de esperma, interfiere la ovulación generando daños en el crecimiento del niño si la madre consumió marihuana en el embarazo), y al sistema inmunológico (deprime el potencial defensivo frente a virus y bacterias).
Los daños sobre el sistema nervioso y sus consecuencias psiquiátricas son también evidentes científicamente. La química del cerebro queda alterada produciendo alteraciones de la atención y el ritmo del sueño, así como en la coordinación motriz y la memoria. Esto crea consecuencias para la conducción de automóviles, vehículos de transporte, máquinas simples o complejas. Se deteriora la estabilidad de la mano, el balanceo corporal y la exactitud en la ejecución de movimientos, así como los tiempos de reacción y las funciones intelectuales y verbales.
Pérdida de energía
Un estudio realizado en la provincia de Buenos Aires sobre 27.000 pacientes con dependencia a las drogas, el 48,3% se había iniciado a través del uso de la marihuana. Esto es suficientemente expresivo de su acción como droga "portera" hacia otras sustancias.
Claude Oliwenstein, maestro de dos generaciones de especialistas en drogadependencias, dice que más allá de todos los daños que puede generar el uso de marihuana, lo más grave es la pérdida de la capacidad de lucha de la persona. El especialista remata el concepto afirmando que al mayo del 68 se lo "tragó" el uso de cannabis (marihuana). Toda una generación fue "consumida" por las adicciones, perdiendo su transformadora energía social. ¿Puede el Estado liberar algo que daña?
Juan Alberto Yaría
Presidente de la Asociación Argentina de Profesionales en Drogadependencia