| | Editorial Rosarinos en el espejo
| Aunque para algunos críticos se trató de la confirmación de una tendencia, no dejó de sorprender a muchos la mirada autocrítica que los rosarinos tienen de sí mismos, según demuestra la encuesta publicada el pasado domingo en La Capital, realizada durante este mes a pedido del Foro Regional Rosario. La misma revela que la ciudadanía se autodefine mayoritariamente como indiferente, discriminatoria, egoísta, corrupta y autoritaria; cree que los argentinos no tienen un proyecto en común, como tampoco es posible tenerlo en la ciudad a corto plazo; mientras que como valor positivo aparece un mayor espíritu de tolerancia. Dos datos más que merecen la atención: en todas las valoraciones negativas, los jóvenes superan a las demás franjas por su alto escepticismo -el 90 por ciento de ellos piensa que la sociedad argentina es corrupta- y la falta de un proyecto común es lo que más preocupa a los rosarinos de entre 41 y 60 años. La encuesta puede ser disparadora de múltiples análisis, desde disciplinas distintas si se quiere; no obstante, una primera lectura, nos dice de modo descarnado el estado de disgregación existente, la carencia de convicciones y la poca confianza que se encuentra en la sociedad para que se reviertan las tendencias; y paralelamente, tal como señaló el filósofo Santiago Kovadlof, "de una autoconciencia crítica muy alta y de una sinceridad espléndida". Naturalmente, son distintas las variables que han incidido para llegar a este cuadro de pensamiento entre jóvenes y adultos, mujeres y hombres; mientras para unos gravitó la inestabilidad política que el país vivió en los últimos 50 años, para otros lo fue la persistente discriminación. Sin embargo, todos los sectores aparecen como víctimas hasta el momento de la incapacidad de la democracia argentina para reconstruir un proyecto de país que los abarque y les dé un destino. Y es sobre esta realidad donde la clase política no puede dejar de posicionarse, reflexionando autocríticamente sobre los errores que se cometieron, y comenzando a demostrar una conducta que se corresponda con la demanda de la ciudadanía. De ese modo, es posible que el sistema democrático se fortalezca, que la región y el país recuperen su identidad y su perspectiva de Nación, y que en la mirada de los habitantes predominen entonces valores como la solidaridad, el compromiso, la honestidad, la amplitud y la tolerancia.
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