| | Reflexiones Los enigmas de la ineficacia
| Osvaldo R. Arino (*)
La calidad de vida de los habitantes de algunos sectores de la ciudad, se ve hoy comprometida como resultado de la vigencia de normativas inadecuadas que admiten instalaciones no compatibles con sus áreas residenciales. Pueden destacarse como ejemplos los grandes centros comerciales, las playas de camiones, las industrias peligrosas, los depósitos de sustancias químicas o el tan mencionado caso últimamente de las discos y confiterías bailables. Críticos artículos periodísticos hablan de todos, especialmente de los locales nocturnos, por las molestias que producen. Sus vecinos en alusión a ellos expresan que además de los tumultos y grescas callejeras, los bocinazos estridentes o las deposiciones frente a sus casas, lo que más los afecta es el caos circulatorio que originan y principalmente lo producido por el alto volumen de sus altavoces. Viejo y anacrónico problema el de la violencia sonora que con el paso de los años se ha visto incrementado cada vez más, hasta sobrepasar los límites aconsejables para la conservación de la tranquilidad y por sobre todo la salud de la población. Pero debemos admitirlo, este no es un problema local; los boliches existen en todas partes y es por ello que la Organización Mundial de la Salud advierte constantemente sobre sus localizaciones. Haciéndose eco de las mismas, gobernantes de importantes ciudades organizadas han emprendido acciones que se están coronando de éxitos, mediante la utilización de las estrategias que se detallan: Investigación conjunta de la totalidad de los aspectos que inciden en la planificación urbana relacionados en forma directa con este tipo de negocios. Elaboración de planos sistematizados con indicación de límites ambientales en las áreas receptoras previamente seleccionadas. Fijación de disposiciones transitorias relativas a la saturación sonora, tanto diurna como nocturna. Asignación de estudios y tareas investigativas a equipos interdisciplinarios constituidos por expertos, con fijación de tiempos. Adopción de adecuadas medidas tecnológicas de control destinadas al ataque directo de las causas originarias de molestias. Actualización de la totalidad de sus planes urbanos en períodos que oscilan entre 4 y 6 años. Excelentes criterios adoptados, tendientes a la elección del sitio ideal para esos conflictivos comercios, que mucho distan con lo actuado a nivel municipal, si nos atenemos a que para la solución buscada se utilizan normas del año 1968 y se aplica la ordenanza Nº 6326/96 concebida sin estudios suficientes, cuyos resultados no están haciendo más que trasladar los problemas de un sector a otro de la ciudad. Pero la situación actual, carente de respuestas apropiadas, no es casual, responde a ineficientes actitudes emprendidas desde el año 1985, destinadas a actualizar el Plan Regulador y el Código Urbano. Intentos fallidos que muy poco dejaron, pero que a la comuna le demandaron ingentes inversiones diluidas en especialistas extranjeros, conferencias, viajes, abundantes publicaciones y convenios con instituciones. Entre ellos, se destaca uno de los más importantes, el celebrado con la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño (Cátedra de Urbanismo) de la UNR a través del decreto Nº 0665/97 destinado a dichas actualizaciones. Compromiso contractual que de haber sido debidamente cumplimentado, le permitiría disponer hoy al municipio de las herramientas jurídicas indispensables para resolver los candentes enigmas que tanto afligen a los rosarinos. La reestructuración del área central, el transporte y su vinculación con las comunas del área, la caótica defensa del patrimonio histórico, los problemas ambientales, las transgresiones edilicias, las incompatibilidades en el uso del suelo, son algunas de ellas, sin olvidar por cierto que después de dieciséis años de estudios aún no contamos con el Plan Director de la Ciudad. (*) Arquitecto
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