Año CXXXIV
 Nº 49.152
Rosario,
martes  19 de
junio de 2001
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Editorial
Refundar una ciudad

La Universidad Nacional de Rosario (UNR) ha vuelto a ocupar primeras planas, aunque esta vez por cierto con un anuncio positivo como lo es la decisión de refundar con obras y servicios la ciudad universitaria. Se trata de obras imprescindibles, esperadas desde hace tiempo y que, precisamente, porque los claustros no fueron durante la última década un sector de privilegio en el presupuesto nacional, se vieron demorados. Ahora, como consecuencia de una nueva orientación administrativa, han comenzado a tomar cuerpo, con cifras y fechas, y por lo tanto las expectativas sobre ellas son grandes.
Y es que por ese predio de 28 hectáreas, ubicadas entre las calles 27 de Febrero, Beruti, Pellegrini y las barrancas, transitan diariamente cerca de 17 mil estudiantes que cursan distintas carreras; una cantidad que no deja de asombrar, pese a las limitaciones propias que ha ejercido la situación económica, y que obliga a ampliar la infraestructura de obras y servicios para responder a esa demanda, al menos con lo esencial que la actividad académica requiere.
Entre los planes de reconversión se prevé una remodelación de las estructuras de las facultades, ampliar el número de aulas, colocación de alarmas, pavimentación de calles internas y la gestión para el ingreso de los micros urbanos de pasajeros. Pero también se ha encarado modificar el ingreso a la Facultad de Psicología y construir en la misma un salón de actos con capacidad para 300 personas, levantar este año el Museo de Colecciones de la Universidad y crear la Secretaría de Bienestar Estudiantil, que hoy funciona en el centro de Rosario.
En verdad, estos anuncios, que pueden verse bajo la perspectiva de una refundación de la ciudad universitaria, llegan como una cuota de oxígeno para la institución que en este primer semestre prácticamente se vio sometida a un solo debate: el del ingreso irrestricto. Un debate que aún está lejos de haber concluido y que ya ha comenzado a romper algunas posiciones intransigentes, pero que de ningún modo puede opacar otros grandes temas que la comunidad universitaria debe discutir. Y en este caso, hay que reconocer que las mejores condiciones edilicias, como de servicios y hasta de seguridad, también tienen gravitación en la calidad educativa.
Tal como fue imaginada cuando se creó, allá por el año 1968, la Universidad Nacional de Rosario vino a darle a la ciudad y a la región un ámbito de formación científica y cultural que respondía a las demandas de la ciudadanía, al tiempo que se convertía en un aporte vital para el progreso y desarrollo de nuestra zona. Su renovación, según los recientes anuncios, debe procurar recuperar y fortalecer ese razonable objetivo.


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