Los pobladores de Chascomús, que son más de 35.000, y también los turistas habituales, cuentan que hay varias puertas para descubrir los encantos de la tradicional ciudad de la provincia de Buenos Aires.
Situada a 120 kilómetros de Buenos Aires, y con sencillos accesos, ya sea por la ruta 2 en auto o en micro, y en tren (salen cuatro por día desde Constitución, Buenos Aires), lo primero que atrae a quienes no conocen la ciudad, fundada en 1779, es la laguna en cuyas márgenes se asienta buena parte de la vida social.
Además del placer que significa recorrer los 32 kilómetros y medio que bordean esta rotonda gigante, hay vida en las orillas.
Viejo refugio de pescadores -hay quienes aseguran que no existe poblador de Chascomús sin caña y riel-, los bares y recreos de la laguna, aledaños al Club de Regatas y al de Pesca y Náutica, hacen que esas orillas donde siempre hay buen pasto para el descanso, alcancen para pasar un fin de semana de placer, siempre con un barcito a mano para tomar una cerveza helada.
Claro que Chascomús tiene más, mucho más. Y otra de las frases que repiten los habitantes es que "aquí nadie duerme afuera". Y cuando dicen eso no sólo se refieren a su solidaridad, sino a la infraestructura turística que en los últimos años tuvo un desarrollo sostenido.
Porque en Chascomús es fácil encontrar hoteles en pleno centro; cabañas del lado opuesto de la laguna, para quienes buscan más serenidad; parcelas para acampar y estancias y casas de campo muy confortables, ideales para pasar un par de noches.
Pero no hay que embelezarse sólo con las imágenes de la laguna. Hay que saber que esta ciudad, que alguna vez fue tierra de los querandíes, y que el blanco recién dominó allá por 1779 cuando su fundador, el capitán Pedro Nicolás Escribano, asentó el fuerte San Juan Bautista, es también un pedazo de historia.
Y si se trata de recordar a los indios y los elementos que utilizaban para sobrevivir, es obligatorio ir al Museo Pampeano, una casa blanca, hermosa, llena de testimonios históricos.
La Capilla de los Negros
Si uno eligió recordar la historia, la Capilla de los Negros tiene muchas cosas que contar: allí, los descendientes de los esclavos levantaron su rincón espiritual y lo abrieron a las puertas de la ciudad en los años en los que el cólera y la fiebre amarilla arrasaban el país.
Su piso de tierra y sus paredes de adobe, adornadas con crucifijos y antiguas imágenes religiosas, le cuentan al viajero atento la epopeya de los negros de Chascomús. Hasta hace algunos años la Capilla de los Negros era cuidada por Guillermina Eloísa González Soler de Luis, quien relataba a los visitantes ciertas historias sobre los ritos del candombe.
Es agradable también el paseo por el centro de la ciudad, de estilo colonial, con la plaza Independencia como referencia mayor y algunos edificios que vale la pena conocer o, al menos, mirar, como la catedral Nuestra Señora de la Merced.
A los curiosos les interesará saber dónde vivía Raúl Alfonsín antes de ser presidente. Sólo hay que llegar hasta la vieja casona de dos pisos en la esquina de Mitre y Cramer, o preguntarle al primero que pase.
Pero la mejor información está en la Secretaria de Turismo, donde además de tarifas de hoteles y servicios se contratan guías para recorrer los circuitos históricos.
El organismo está ubicado sobre la avenida España, que bordea la laguna sobre el casco histórico, y el Espigón de Pesca, en pleno centro. El teléfono es (02241) 430405 y 436623.