Pablo F. Mihal
Western Province pasó por Rosario. Y tras ochenta vibrantes minutos las sensaciones que dejó el partido podrían decirse que fueron ambiguas. Porque por un lado quedó el sabor amargo típico de una derrota pero también a la hora de analizar lo que sucedió, la satisfacción de saber que las cosas se hicieron bien ocupa, sin lugar a dudas, un lugar importante, y eso no es poco. Más allá del resultado final, un ajustado 33 a 32 favorable a la visita, lo de Rosario fue impresionante. Jugó un partidazo de igual a igual (y por momentos sometió) ante un equipo como Western Province que, con varios Springboks dentro de la cancha, traía sus pergaminos de equipo profesional y competitivo (con todas las connotaciones que esto trae). A priori, al comparar los tamaños de los físicos entre un equipo y otro, ninguno se animó a aventurar el desenlace. Lo cierto es que desde el arranque mismo, con coraje e inteligencia, los chicos de Rosario le fueron perdiendo el respeto a su encumbrado rival y se convirtieron en los protagonistas de la gélida tarde de Fisherton. Se dieron cuenta que atacándolos, los sudafricanos también mostraban falencias y que el asedio los ponía de muy mal humor, como a cualquier equipo. Rosario tuvo además la virtud de saber cambiar el libreto en los distintos momentos del partido. Cuando tuvo que apelar a los forwards lo hizo y abrió el juego en los momentos que su pareja de medios (de un desempeño brillante) dictaminó que eran los más correctos. Lo cierto es que a los 16 minutos Rosario ganaba 17 a 0 con un try, dos conversiones y un penal del Darda Fernando del Castillo (la figura de ayer) y un try de Spirandelli. A la hora de defender, los dirigidos de Minoldo y Blanco sacaron a relucir su valentía. A pesar de la diferencia física la marca rosarina fue muy buena. Sus tackles se hicieron sentir una y otra vez. Todos, backs y forwards, pusieron el hombro en pos de defender. En lo que respecta a las formaciones fijas, Rosario tuvo algunos problemas en los instantes iniciales con el scrum, pero con el correr de los minutos fue corrigiendo esa falencia y equilibró la balanza. En el line no tuvo problemas, fue muy parejo. Quizás el mayor problema que tuvo Rosario estuvo en las puntas, donde la velocidad y la experiencia de los sudafricanos pesó y mucho. Allí Western Province encontró el partido. De hecho Pieter Rossouw y Egon Seconds lograron marcar dos tries cada uno. Sobre el final, la ansiedad por sacar el partido adelante les jugó a los rosarinos una mala pasada. Errores casi ínfimos fueron diluyendo las posibilidades de un triunfo hasta que llegó el pitazo final y el aplauso cayó desde los cuatro costados de la cancha como un justo premio a tanto valor y sacrificio. Ante Western Province, el del Súper 12, Rosario murió de pie pero convencido de que el rugby siempre da revancha. Por eso, apuesta al futuro.
| |