El disco de La Gota arranca mal. El grupo rosarino que se formó en 1994 decora la tapa de su primer compacto describiendo su propio estilo: "Rocktango" o "Tangorock". Como si fuera poco, en la funda del CD vuelve a explicar el asunto como una mezcla de "la onda y la energía del rock, cierta sofisticación de la fusión y tango contemporáneo". En síntesis, La Gota nos quiere decir que fusiona el tango con el rock, y así arrastra por el piso una palabra tan vapuleada, vieja y maltratada como fusión.
Hace años que los grupos de fusión, vengan del jazz -género madre al que históricamente pertenece la palabra- o de cualquier otro género, se creen indefinibles, ricos y experimentales, cuando en realidad son lo más previsible, artificial y aburrido que existe. "Y... viste... hacemos de todo", dicen los fusioneros, que en realidad no saben tocar ni lo uno ni lo otro. "No queremos que nos etiqueten", dicen los fusioneros, que terminan copiando viejas recetas de una etiqueta conocida como... fusión.
Los fusioneros saben que los últimos discos que realmente se sentaron a escuchar son un puñado de LPs de la década del 70. Seguro que en su casa guardan álbumes de los Beatles y de John Coltrane, tan seguro como que se encuentran con alguien y le comentan qué bueno está el último de Manu Chao o de Radiohead. Porque los fusioneros, cuya cabeza funciona como si el punk (por ejemplo) nunca hubiese existido, jamás quieren parecer desactualizados (ah, por si acaso, también dicen que escucharon el último de Caetano Veloso, y cuánto, cuánto les gustó).
Si en los años 90 el espíritu del tango había entrado al rock argento de la mano de Palo Pandolfo y la estética del rock barrial, La Gota retrasa ese reloj unos 30 años, pretendiendo sonar como Piazzolla (mal) encontrándose con las bandas progresivas de los 70 (también mal).
En este último punto viene el segundo nudo del conflicto. ¿Qué más se podía esperar de Rosario, una ciudad que los grupos nuevos esquivan y donde los dinosaurios reviven y convocan? ¿Por qué si no vienen a tocar acá desde John Wetton hasta Steve Hackett, aunque siempre es un placer recibirlos? Es así, Rosario podría llamarse "la capital del sinfónico".
La capital del sinfónico... y de nada más. La escena local (La Gota es un sólo un síntoma) está hundida en una gran crisis. Cómo será de grande que hasta se respira nostalgia por la disolución de Vilma Palma (¡cómo nos gustaría tener ahora a una banda rosarina en un programa de Tinelli!). Sí, hay algunos grupos tratando de asomar la cabeza por sobre la herencia de la trova y fuera de "la capital de...", pero están luchando para editar su próximo disco independiente que va a escuchar el mismo circuito de siempre.
En el mejor de los casos el compacto de La Gota puede pasar como una banda de sonido dolorosamente nostálgica, aunque sea en los temas "Tango 1" y "Una milonga", los más claros (se entiende) y menos pretenciosos. "Zumbando" es un saludo a Piazzolla por demás de pomposo, y en el resto resuenan esas guitarras chirriantes entre arreglos poco originales y repetitivos.
También está el mérito de haber hecho una producción independiente, aunque antes que ver la forma de editar los discos habría que pensar en la música.
Cal: 1 estrella